Jaime Noguera

Ganarse la vida como escritor en nuestro país ha sido siempre poco menos que misión imposible. Hasta los más grandes, como Miguel de Cervantes, han tenido que vivir pluriempleados y desarrollando tareas que no eran de su gusto, con tal de sobrevivir. Como todos sabemos, trabajó como soldado, pero también como contable y recaudador de impuestos.
En 1587 (casi 30 años antes de la publicación de El Quijote) el manco de Lepanto fue enviado a Andalucía con el encargo de obtener provisiones para la Armada Invencible en su misión de invasión de Inglaterra. Aceite, trigo o jamones, todo valía para dar de comer a la Flota y a los aguerrido soldados españoles que tenían la misión de conquistar Londres, aunque puede ser que Cervantes lo viese todo como una ocasión de mejorar su situación económica, a costa de lo ajeno y con el riesgo de acabar entre rejas.
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Strambotic

Al igual que sí sabemos de la inutilidad del dedo pequeño del pie, más allá de golpearse contra las patas de las sillas, hay decenas de objetos y aparatos que usamos cotidianamente, que o no usamos bien o no conocemos la gran función de sus detalles. El lado azul de los borradores, el extremo dentado del metro, o los remaches de los pantalones vaqueros parecen meramente decorativas y, sin embargo, tienen un uso muy específico del que puede que tú no tengas ni la más pajolera idea.
El ser humano ha creado artefactos desde su más temprana edad para mejorar su calidad de vida y sesudos inventores se dejaron el cacumen en crearlos. No seas mendrugo y utilízalos bien por la honra de sus mentores.
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Jaime Noguera

De los más de ochenta conflictos bélicos en los que nuestro país se ha visto implicado a lo largo de su procelosa historia, sin duda el más estrambótico y el más largo es el declarado por el pueblo de Huéscar al Reino de Dinamarca y que duró de 1809 a 1981. En esta peculiar guerra de casi dos siglos, no se pegó un tiro ni hubo ningún muerto. Y no fue por falta de tiempo.
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