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Narcóticos Anónimos

Por enésima vez desde la pantalla nos han vuelto a informar de que hace muchísimo calor y que es mejor que no salgamos a la calle en las horas centrales del día. De momento no ponen multas a los transgresores, pero arriesgarse a pasar por las urgencias de un hospital, bajo mínimos entre recortes, vacaciones y privatizaciones se ha convertido en un deporte de alto riesgo. Así que a obedecer, quedarse en casa y narcotizarse unas horas delante del televisor. Para conciliar el sueño a la hora de la siesta puedo recomendarles que se enfrenten a una etapa llana de la Vuelta a España de esas en las que no pasa nada durante muchísimo tiempo en la ruta y los comentaristas, incluido el dicharachero Perico Delgado, se esfuerzan para rellenar espacios con anécdotas, estadísticas y datos que solo interesan a los fanáticos de este esforzado deporte. Con un poco de suerte podrán despertarse en el catártico sprint final, animado muchas veces por codazos, empujones y zancadillas diversas, pura adrenalina después de la larga siesta.

Yo, en las sobremesas me engancho a esa serie folletín de largo recorrido que ahora se llama, en un exceso de creatividad, "Amar es para siempre". Del trío de guionistas que parieron esta saga ejemplar en muchos sentidos, Benet y Jornet, Sirera y Onetti, solo el segundo sigue en activo manteniendo una base argumental que se desarrolla al compás de nuestra última posguerra entrando en materias que en anteriores series y programas de televisión, aún más en los concebidos para las horas de sobremesa, se suelen evitar o soslayar. Contar la vida cotidiana de aquellos años sin meterse en honduras políticas es hurtar a los espectadores una parte vital de nuestra historia y en este sentido "Amar en tiempos revueltos" y su primera secuela no nos han robado. Dirigentes fascistas, políticos venales, militares corruptos y homicidas, curas pederastas, refugiados nazis, desalmados espías americanos,  policías torturadores y fiscales prevaricadores han servido de algo más que de contrapunto, han contado la cruz de un régimen al que han puesto cara, muy mala cara mostrando su incidencia en las vidas de todos, pobres y ricos, buenos y malos ciudadanos. Taberneros, porteros, obreros, abogados, empresarios, artesanos, costureras y detectives privados para dar intriga al asunto. Saga coral por la que han desfilado actrices y actores veteranos, figuras conocidas y olvidadas, gentes de teatro poco vistas en las pantallas y una nutrida representación de caras nuevas, de jóvenes valores suficientemente preparados. En esta tónica de contrastar y contratar a veteranos y noveles se encuentran otras series españolas como "El secreto de Puente Viejo". No tengo mucho que contar de ella, pues resulta arduo engancharse sin conocer el desarrollo previo de una trama que se adivina enrevesada y compleja.

La trama, no menos compleja, de "Amar es para siempre" está desenredándose estos días. Por fin  los policías corruptos y torturadores están recibiendo su merecido con justicieras balas y al fiscal malvado, venal, violador y maltratador parece que le quedan dos telediarios. No ha sido la mejor temporada de mi serie española favorita. Los recortes y el cambio de cadena y de escenarios se dejaron notar en unos inicios titubeantes que tardaron en desarrollar un argumento bien estructurado y unos guiones con frecuentes altibajos. Los nuevos personajes presentados en los últimos capítulos, y que se supone que se desarrollarán en la nueva temporada no parecen demasiado prometedores, pero hasta ahora la serie ha demostrado muchas veces su propósito de la enmienda y su capacidad de reacción.

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