Tedetesto

Ciao Silvio

La televisión crea monstruos  que no siempre son criaturas virtuales porque tienen la facultad de encarnarse y adquirir apariencia humana. Diga lo que diga su biografía, Silvio Berlusconi es uno de esos engendros, el tiempo empieza a deteriorar su cobertura y agrieta su máscara cosmética, el cabello sintético, la epidermis reluciente, los ojos vidriosos.  Don Silvio replicante se descompone por momentos y descompone todo lo que hay a su alrededor, ahora es más peligroso que nunca, herido de muerte es un Terminator fuera de control, un arma letal que amenaza incluso a sus partidarios acérrimos antes de autodestruirse en una deflagración definitiva. Es su última batalla y espera una victoria pírrica antes de quedar reducido a una carcasa vacía y arrumbada en un desván de la Historia.

Berlusconi hizo la televisión y la televisión hizo a Berlusconi, televisión y deporte, firme alianza para acceder a la política y llevar a cabo una demolición desde dentro, larga maquinación fraguada quizás más allá de Orión por potencias alienígenas que han decidido tomarse con calma la destrucción de la especie humana, tal vez para divertirse y regodearse con el espectáculo de nuestra degradación. Un solo Berlusconi ha conseguido hacer trizas la vieja república sin disparar un tiro, un histrión galáctico ha bastado para desencadenar el caos, un teleñeco, un muñeco diabólico ha llevado a Italia a la destrucción malversando un caudal de votos que 'il cavaliere' ha reunido para escarnio y vilipendio de la doliente democracia. Asistimos ahora al desenlace de esta farsa siniestra y la cabalgata final  promete nuevas y vibrantes emociones, intrigas, conjuras y traiciones, un desfile de personajes grotescos aferrándose a un poder que se deshace entre sus manos.

Berlusconi se va, la televisión queda, la era Berlusconi ha supuesto un desafío para productores y guionistas televisivos, la realidad ha superado todas las cotas de la ficción, desde Ciudadano Kane no se había visto un arquetipo así, un hombre que se hizo a sí mismo deshaciendo todo lo que había a su alrededor, un rey Midas invertido que convertía lo que tocaba en polvo y ceniza, un ser afortunadamente irrepetible, desconfíe de las imitaciones. Bajo su máscara de clown y sus modos de sátiro el mal se presentaba como una broma, de innegable mal gusto, pero una broma, al fin y al cabo. Sus baladronadas, sus chistes fáciles, sus provocaciones  ocultaban la verdadera faz del pequeño diablo que supo hacer los deberes para convertirse en un auténtico demonio. No sabemos como termina la historia pero estamos a punto de saberlo. ¿Quedará el diablo encerrado de nuevo en la botella para diluirse con el tiempo?. Parece claro que en una última pirueta se librará de la cárcel para quedar confinado en un dorado arresto domiciliario observando los devastadores efectos de su paso por la política y tal vez esperando que algún incauto le conjure para regresar al circo como maestro de la gran ceremonia final. Apocalipsis y Apoteosis.

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