Mi televisión y otros animales

Buenafuente, Follonero y Rubianes me joden

Me joden especialmente los dos primeros porque cada vez que tengo que hablar sobre ellos, mandan a tomar por culo la más mínima apariencia de objetividad que pueda tener este blog. Así que antes de que me jodan, por una vez, me voy a desnudar: sí, tengo amiguetes en El Terrat y sí, aún no he desechado la esperanza de acabar colaborando con ellos en algún proyecto. Por lo que sea, y a poco que pensemos sabemos qué, hacen la mejor televisión de este bendito país.

Pero como digo esto, también les digo, y no es coña, que soy accionista de Telecinco y no me corto cuando hay que ponerles a parir. Igual es por eso mismo: prurito de inversor. Yo qué sé. Hace tiempo que quería compartir esta catarsis con ustedes. Lo de Telecinco, digo. Me siento tan culpable...

Dicho esto, el payaso de Évole volvió a poner en evidencia a toda la profesión periodística del país. Esta vez no le hizo falta una actriz mayor para fingir que había lavado un décimo de lotería. El infiltrado fue él mismo, a cara descubierta, en un mitin de Arnaldo Otegi.

¿Cuántas entrevistas ha tenido este hombre en medios nacionales? ¿Cuántos han tenido las narices de acercarse a él para hablar en serio con o sin aires de broma? Hoy deberían estar pasando en el telediario no sé si su respuesta a qué votaría una Euskadi independiente en Eurovisión, pero sí la  reacción del abertzale al comentario "si por hache o por be, o por hache be, un día te apetece condenar la violencia, no te cortes, tío".

Pudimos reirnos ayer con Évole y Otegi ("de follonero a follonero"), pero también pensar y añadir un par de brochazos al retrato del personaje que es Arnaldo Otegi. Dos pinceladas nada condescendientes ni prejuiciosas. De Facultad de periodismo, oiga.

Bueno,  no, según mi experiencia con las facultades de periodismo.

Otra tele es posible. Y me refiero a los contenidos, que con mi presupuesto me veo sintonizando la TDT en una Game Boy. La puntilla se la dieron a la noche Buenafuente y Rubianes con Una conversación solamente. Cualquier experto les diría que hay pocas cosas menos televisivas que dos amigos charlando sin guión en el patio de su casa y con una realización espantosa. Porque la realización, víctima de las circunstancias, fue mala a rabiar.

Sin embargo, es de los pocos programas que me han tenido pegado a la pantalla en los últimos meses. Me dicen que anoche Megan Fox se paseó en tanga por mi salón y me lo creo. Hacía meses que no veía nada en castellano sin ordenador delante, sin dejar hablar al resto de la gente en la habitación y cabreándome con cada interrupción publicitaria y con cada corte de edición.  A ver si este periódico se desmarca con una edición completa en DVD (guiño, guiño, señor Roures).

Este par de payasos nos recordó en más de una ocasión lo poco en serio que se toma a los cómicos. Y lo hizo al compás de una lección sobre el humor, su profesión, la vida y, sobre todo, la libertad.

Escuchando a Pepe Rubianes charlando con su amigo (el mejor formato de entrevista que podría soñar Buenafuente), llegué a muchas conclusiones. Una de tantas fue que el humorista galaico-catalán encabeza una lista de personajes que en España se califican de polémicos por el mero hecho de hacer uso de su libertad. Tócate los cojones.

Reí, pensé, lloré... bueno, no, llorar no, porque tenemos invitados en casa y uno tiene una imagen que mantener. Pero sí pude constatar que tanta cultura audiovisual, tanta capacidad que tenemos de absorber formatos cada vez más picados y sin freno, nos están robando otro tipo de programas, otras experiencias televisivas. Fíjense que en el homenaje que se marcó La 2 a Rubianes a golpe de saquear archivo propio aparecieron unas imágenes de un programa noventero de Joaquín Arozamena y pensé: "qué buena idea: un programa para charlar con los invitados. ¿Por qué no se le ha ocurrido a nadie?".

Este domingo, Salvados congregó al 5,3% de los espectadores y Una coversación solamente a un 3,6%. La próxima vez que alguien les diga que la tele es una mierda, me hacen el favor de citarle el epitafio que Rubianes le dijo a Buenafuente que le hubiera gustado tener.

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