Mi televisión y otros animales

KITT, te necesitan

Soy lo puto peor. Mira que tengo series para ver. Mira que hay películas. Mira que hay gente con la que irse de cañas. Pues no, oiga: yo dedico tres cuartos de hora de mi vida a ver el primer capítulo de la nueva versión de El coche fantástico. ¿Por qué? Si ya había visto el piloto. Si estoy acabándome un libro. Si tenía sueño. Soy un enfermo.

Una vez reconocido que tengo un problema, les aseguro que no soy el único. Los productores de la serie también lo tienen. En realidad ellos tienen varios.

Tampoco quiero ser tremendista. La serie está entretenida, podría quedarme enganchado a ella si la pillara en un zapping tonto. Pero tiene un lastre que no sé si sabré explicar. Creo que es un exceso de coherencia.

Pensémoslo fríamente: alguien se gasta un montón de dinero para construir un supercoche cuyo mayor mérito es hablar y dar saltos (recuerden que la serie original es anterior a Britney Spears). ¿Y cómo da salida a su inversión millonaria? Ayudando a un macarrilla a zumbarse a las hijas de medio agro californiano y deteniendo a unos cuantos empresarios corruptos. Para eso hubiera sido mejor contratar a un batallón de contables, ¿no?

Sin embargo, ese aire naïf era parte de la gracia del asunto. ¡Pero si Michael Knight no llevaba ni pistola, por el amor de Colt! La clave de todo era esa extraña mezcla entre ingenio e ingenuidad que aportaban KITT y su conductor, cada uno en su área y a partes iguales.

Ahora algún ejecutivo ha pensado que un coche tan molón como el nuevo lo tiene que controlar el gobierno y tiene que formar parte de un operativo a gran escala. Así que la Fundación Para la Ley y el Orden se ha convertido en un cruce entre la UAT de 24 y la organización de Alias.

El coche fantástico 2008

Uuuuh, somos unos malotes con nuestro buga tuneao 

Claro, el nuevo Michael no puede ser un conductor listillo: es un veterano de la guerra de Irak con un oscuro pasado que se lía a mamporros ante cualquier problema ¡y que va armado! Y no sólo con una pistola, también con un montón de chismes a lo James Bond. Añoro aquel casio-calculadora cuyo mayor mérito era que servía de walkie-talkie.

Debía ser que estaba impactado asimilando tantos cambios, pero por lo demás, no me enteré de nada de la historia. Sospecho que no había ninguna. Y esa realización de video-clip todo el rato. Uf.

Ustedes ya me van conociendo. Saben que no soy un purista, que me gustan las tonterías de ciencia-ficción, aventuras y acción. Pero para descargar adrenalina ya tenemos 24. Yo me esperaba un poquito más de ingenio y de sonrisas cómplices con la serie. Y nada, oiga, que visto lo visto, mi abono de transportes me sigue pareciendo algo fantástico.

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