Mi televisión y otros animales

El jefe ataca a los fantasmones

Tengo un amigo que es el vicario en la Tierra de una religión conocida como Fatalismo. Consiste en creer que todo va a ir mal. Si es así, lo veían venir, con lo que el impacto es más suave. Y si ocurre lo contrario, la alegría es mayor. A ustedes les puede parecer una tontería, pero hay otras religiones que creen que si le cuentas a un señor lo que has hecho mal, después de muerto te lo pasarás muy bien tocando la lira.

Les cuento esto porque el lunes estrenaron en La Sexta El aprendiz y yo sintonicé el nuevo reality pensando que me daría tiempo a aburrirme y cambiar de canal antes de que Horatio soltara una de sus perlas. Así disfruté mucho más de mi noche televisiva.

Con este estreno, La Sexta se ha adelantado al regreso de Granjero busca esposa. Porque la esencia de ambos realities es la misma: un tipo que quiere compartir un aspecto de su vida con otra persona, que para convencerle de que es la adecuada debe pasar por todo tipo de humillaciones y trabajos para los que no está preparada. En un programa es apalear mierda y en el otro comerse marrones. Lo que todavía no está claro cuál es cuál.

Por si alguien aún no está al día, El aprendiz es un reality en el que los concursantes compiten por ocupar un puesto en la empresa de Lluis Bassat, que ejerce de anfitrión. Estos triunfitos son un hatajo de tiburones y yuppies (si alguien se ha ganado el rescate de esta palabra son ellos), dispuestos a arrancarles las tripas a bocados a sus rivales con tal de seguir en el concurso. Repasando sus fichas, descubrimos que todos ellos tienen trabajos más o menos espectaculares. Lo que me lleva a la siguiente reflexión: ¿para qué se meten entonces en este concurso? Es como si Bisbal hubiera fichado por Universal antes de OT y aún así decidiera encerrarse en la academia. Será que yo no tengo mente para los negocios (pero un cuerpo para el pecado...).

La puesta en escena del programa es increíble. Ahora sé dónde se fue el presupuesto de la cadena para este año: camera-copters, casa de lujo para los concursantes, cantidades ingentes de gomina para los chicos... No sé qué opinará el señor Bassat de que los señores de La Sexta hayan puesto tantos huevos en una sola cesta.

Hay un detalle que todavía no sé si es bueno o malo y es que todo está pregrabado. Es algo positivo para producir un programa con clase y estilo, pero es malo porque no podrán introducir nuevas jugarretas a los participantes si la cosa flojea de audiencia (y de momento así es).

En cuanto a los aspirantes a ricachón, sólo puedo decir que son una manga de gilipollas. Ya está, ya lo he soltado. Alguno bueno habrá, pero en el conjunto destacan los más prepotentes, los que están acostumbrados a vivir fuera del mundo de verdad, en la realidad alternativa de los directivos. Dicho de otra manera: son una sublimación de los jefes. Ejem. Por supuesto no lo digo por los míos.

 El aprendiz

 A este le tengo un asco...

Por lo tanto, el atractivo del programa consiste en ver cómo les putea el señor Bassat, con la elegancia de un tío que se ha ganado su puesto más con curro que con MBAs y diciendo palabros en inglés. Y sobre todo cómo les machacan sus ayudantes: una especie de Risto con bigote y Lola González con pelucón. ¡Ay, qué gustirrinín ver cómo les echan la peta! ¡Qué hormigueo de felicidad cuando se topan con la cruda realidad que hay detrás de sus blackberries!

Soy mezquino, lo sé.

Debería haberme presentado al casting.

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