Mi televisión y otros animales

Guante blanco, cuello sucio

Soy un listo y me prohíbo cosas a mí mismo que no debería porque luego quiero hacerlas. A diferencia de nuestros legisladores, yo cumplo y me tengo que buscar la vida para no hablar del tema estrella del día (alguno de esos que han dado la campanada o la Campanario, según se mire).

Por suerte tengo una bella serie que comentarles: White collar. Si no han visto nunca Atrápame si puedes, váyanse a leer la columna de Isaac Rosa, porque aquí voy a chafarles parte del final.

Si recuerdan la película de Spielberg, Hanks y DiCaprio, o no les importa que yo se la destripe, hay un momento en el que el agente de la ley atrapa al estafador y éste acaba uniéndose al FBI como consultor para atrapar a otros timadores. Con otros personajes, aquí es dónde arranca el argumento de White collar. Es un procedimental como la copa de un pino, sólo que en lugar de un mentalista, tenemos a un ladrón de guante blanco.

Como toda buena serie procedimental y toda comparecencia política, es entretenida e intrascendente en sus tramas autoconclusivas, con sus dejes de inverosimilitud y todo. También hay lanzada una intrigante trama trasversal, en la que se avanza poco, pero que al menos por ahora no se deja olvidada durante capítulos. Dicen que el Red John de The mentalist ha quitado a Patrick Jane de amigo del Facebook porque ya no le hace caso.

Si bien en el apartado de fotografía y realización hay cierto regusto a baratero, uno de los puntos fuertes de la serie es el esfuerzo por airearla. Gran parte de la acción trascurre en espacios abiertos y reales de la ciudad de Nueva York, con lo que se puede respirar y se rompe el efecto teatrillo que tan mal queda en política. Ay, calla, no que ahora estaba hablando de la serie.

El otro punto fuerte son los personajes. El poli y el caco se complementan de alguna forma como Booth y Brennan en Bones. Aunque sea el timador el que marca la diferencia, el representante de la ley no es un idiota al que menos mal que viene alguien a sacarle las castañas del fuego. Sigo sin hablar de política.

Dos protagonistas complementarios en lugar de una estrella y sus comparsas es una buena idea. Hay un equilibrio por el cual el caradura simpático puede seguir manteniendo su carisma como tal en lugar de ser el listillo asqueroso que todo lo sabe. En otros procedimentales da la impresión de que el equipo policial tiene ganas de quedarse haciendo sudokus mientras el protagonista hace lo que suele: pasar de ellos y resolver la trama solito.

El remate es que la mujer del agente del FBI es ¡Tiffany Thiessen! La Kelly de Salvados por la campana, nada que ver con Tita Cervera.

El resto del post les tira de un pie. lo sé: van a ver la serie por la línea anterior.

Enfermos.

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