Tiempo roto

Cambios de ritmo y elecciones

Josep Maria Antentas
Profesor de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)
@jmantentas

Las elecciones del 24M marcarán una nueva etapa en la prolongada crisis política actual, justo un año después de la eclosión de Podemos en las europeas de 2014, en unos alocados doce meses tan desafortunadamente pasivos en lo social como inusualmente trepidantes en lo político. El resultado de la cita con las urnas mostrará el grado de desplome y de resistencia de un malherido bipartidismo que lucha a brazo partido para prorrogar su reinado, la fuerza real de su marca blanca, Ciudadanos, con su doble faceta de muleta y recambio, y las de Podemos y las experiencias municipalistas unitarias plurales, con Barcelona en Comú y Ahora Madrid a la cabeza.

Para todos los proyectos de cambio se abrirá un escenario lleno de potencialidades y de peligros: la adquisición de un inusitado poder institucional. Nunca desde la transición las fuerzas que juegan, de forma más o menos consistente y coherente, fuera de las normas habrán tenido tanto peso institucional. Cabe la posibilidad, incluso, de encontrarse al frente de algún gobierno relevante, con la ciudad de Barcelona en todas las quinielas. El nerviosismo de la derecha catalana ante una posible victoria de Ada Colau es tan palpable como agradable de contemplar. Quienes vivimos en dicha ciudad pocas veces iremos a votar con tantas ganas como este domingo.

A punto pues de franquear un nuevo jalón, a la espera de conocer el panorama real del escenario post 24M, una primera reflexión sobre el papel de las elecciones, las campañas electorales, las instituciones y sobre los tiempos y el ritmo del cambio, se impone. Encima de la mesa reluce una simple pero compleja ecuación a solventar: la articulación dialéctica entre movilización, autoorganización y elecciones y, como consecuencia de éstas últimas, el engarce entre las dos primeras y el trabajo institucional. Ahí se concentran los grandes problemas a resolver.

El éxito fulgurante de la campaña de las elecciones europeas y la capacidad de Podemos para mover todo el tablero político, obligando al resto de actores a reposicionarse en función del recién llegado, dio alas y credibilidad a una concepción de la estrategia política muy limitada a lo electoral y a lo inmediato, exclusivamente centrada en la comunicación política y en la producción discursiva. Pasada la explosión de crecimiento lineal de Podemos, va abriéndose paso una visión más compleja de lo que significa pensar y actuar estratégicamente. Aparece un mensaje político inapelable: sin implantación orgánica y arraigo social no habrá victoria electoral, y si ésta se produjera, daría lugar a un gobierno con pies de barro, maniatado para imponer una agenda de cambios, por muy pequeños que fueran. La buena dinámica mostrada estos días por las candidaturas municipales unitarias más potentes confirma la centralidad del anclaje social y el trabajo por abajo.

No se trata de negar la importancia de una "maquinaria de guerra electoral", para utilizar la expresión del dirigente de Podemos Iñigo Errejón, sino de comprender que la "maquinaria electoral" es sólo una dimensión más, y no la única, de una construcción partidaria más compleja. No todo se mide en la efectividad electoral inmediata la cual, por lo demás, será mucho más alta para un proyecto político de cambio rupturista si está socialmente arraigado, si la batalla en las urnas se inserta en un combate político, social y cultural más amplio, y si el triunfo electoral se inscribe en una perspectiva de victoria política en sentido fuerte del término. Ello requiere un Podemos con raíces reales, con presencia en las luchas y la calle, y con una relación fluida con las organizaciones sociales, sindicales y vecinales y el mundo de la cultura, que encarne lo mejor del legado del 15M y las Mareas.

El tiempo político es todo menos lineal. Es, como recordaba a menudo Daniel Bensaïd, un "tiempo roto", lleno de saltos, aceleraciones y frenazos. De auténticos agujeros de gusano que, como en el film Interstellar, a modo de atajos a través del espacio y el tiempo permiten llegar a donde antes parecía imposible. La crisis dispara amenazas y oportunidades y ha abierto portillos hasta ahora cerrados a cal y canto. No es el momento del "vamos lentos porque vamos lejos", del business as usual. Es el tiempo de aprovechar las oportunidades y leer las coyunturas. Las brechas no estarán siempre ahí y no hay que dejarlas escapar. La irrupción de Podemos y la campaña de las elecciones europeas fue un golpe certero, basado en una buena lectura estratégica de la coyuntura. Ésta debe ser interpretada, sin embargo, en un sentido histórico y no confundir la ventana de oportunidad que se ha abierto sólo con la convocatoria de las próximas elecciones generales, que forman parte de un periodo político más amplio en la que se va a dirimir el futuro de la crisis de régimen. Saber sacar partido de una coyuntura no debe equivaler a una mentalidad cortoplacista que empuja a un tacticismo que evapora la estrategia.

El tiempo se aceleró, precipitando un escenario de infarto permanente. Pero esta aceleración no es constante. Se asemeja más a un Dragon Khan que a un tren bala. Pasada la fase de crecimiento lineal semi-automática, llegaron ya los obstáculos para Podemos. Ni sprint cortoplacista, ni un maratón a ritmo fijo, el combate político parece más bien una carrera de cross-country, sobre un irregular terreno lleno de desniveles, barro y charcos que obliga a constantes cambios de ritmo. El conocido psiconeuroinmunólogo Xevi Verdaguer recomienda, junto con varios consejos dietéticos, hacer ejercicio físico con cambios de ritmo para mantener una buena salud hormonal. Buenos para ésta, también lo son para la salud estratégica. Ahora es cuando Podemos, si quiere volver a marcar el paso y no ir a remolque de los demás, precisa de una nueva sacudida, cuando un reimpulso viene a colación, cuando una contraofensiva en pos de la frescura perdida parece imprescindible, cuando un vínculo directo con las luchas sociales y el desarrollo de una cultura de movimiento se antoja ineludible. Cruciales ya en la presente campaña, estos retos van a aparecer en toda su magnitud tras la misma.

La capacidad que ha mostrado Podemos para leer la jugada y aprehender la no linealidad del tiempo político y de articular una estrategia para aprovechar la brecha que ofrece la crisis no debería llevar, sin embargo, a una visión de la estrategia política en el que sólo hay un corto plazo (ganar las elecciones) sin uno medio y largo. Al contrario, debería permitir saber manejar los tiempos y los ritmos en permanencia. El asalto al bipartidismo puede que no tenga una sola fase. La contienda electoral de final de año quizá sea el primer round, pero no el definitivo. No parece que la hipótesis de un gobierno Podemos tras la misma sea plausible. Aunque hay que trabajar para que lo sea, hay que saber gestionar su imposibilidad, para no encontrarse en un vacío sin horizonte. Es posible que por el camino haya experiencias intermedias, como gobiernos municipales y autonómicos entorno a Podemos o a candidaturas unitarias municipales. Su balance y desarrollo será decisivo: pueden contribuir a ampliar definitivamente el campo de la imaginación popular, de lo posible y lo pensable, o pueden entrampar sin remedio las esperanzas de cambio en una maraña de gestión sin transformación.

Ambición aquí y ahora y estrategia ofensiva sin complejos deberían ir de la mano de perspectiva de largo alcance y consistencia de fondo. Ni hay que disolver la política de embate directo al bipartidismo en una acumulación de fuerzas lineal y pasiva sin fin, ni convertir Podemos en una escopeta de un solo disparo, reduciendo la estrategia a una jugada de una sola carta, a un match-ball definitivo, sin posibilidad de prorroga ni partido de vuelta. Por muy intenso que sea, hay que prepararse para un combate tan dilatado como profundo en sus ambiciones de cambio, para derrotar definitivamente, como recordaba Walter Benjamin en la sexta de sus Tesis sobre el concepto de Historia, "al enemigo que no ha dejado de vencer".

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