Tiempo roto

Referéndum y proceso constituyente

Josep Maria Antentas
Profesor de sociología de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)
La campaña electoral del 20D ha traído de nuevo la alargada sombra del gran ausente de la política catalana: el referéndum vinculante. Aún negado por el Estado y sustituido por las fuerzas independentistas por unas elecciones reconvertidas en plebiscitarias, la ausente presencia y la presencia ausente del referéndum se deja notar cada vez más.

Olvidado por el proceso independentista que lo considera una etapa superada y soslayado por quienes rechazan el elemental ejercicio democrático del derecho a decidir, el referéndum se ha colado sin embargo casi con la misma fuerza en el debate pre-electoral en Catalunya que la propia candidatura que lo abandera: En Comú Podem, el gran revulsivo, sin duda, de una campaña que podría culminar con el estallido definitivo del sistema de partidos catalán tal y como lo hemos conocido hasta ahora y con una sacudida análoga a la que ya experimentó Barcelona ciudad el 24 de Mayo.

El referéndum se perdió en el camino tras la decisión del gobierno de Mas, con el apoyo de las organizaciones independentistas, de no confrontarse abiertamente con el Estado tras la impugnación del 9N, buscando una salida por la tangente en forma de la consulta alternativa finalmente organizada, y empujando hacia la reconversión de las elecciones al Parlament en un plebiscito.

El resultado del 27S, con una victoria clara del Sí respecto al No, aunque sin llegar al 50% pero con una mayoría independentista en escaños, abrió un escenario en el que existe un bloque parlamentario capacitado para implementar una hoja de ruta independentista pero carente de la legitimidad incontestable que supondría tener una mayoría refrendataria.

Ganar tiempo para que el independentismo se deshinche

La negación del referéndum se ha convertido en la quintaesencia del enfoque antidemocrático de PP, PSOE y Ciudadanos ante el proceso independentista en Catalunya. Demanda improcedente. No hay nada de lo que hablar. Discusión terminada. Punto y final. El No como política, acompañado de la coerción judicial, sólo tiene una perspectiva estratégica de fondo: ganar tiempo, esperar que el independentismo se deshinche en Catalunya tras una guerra de desgaste en la que cunda la desmoralización y, como último recurso, intentar desactivar una parte de la base social independentista más conservadora con algún tipo de reforma controlada y limitada del autogobierno catalán.

Referéndum vedado por un lado. Referéndum superado por el otro. ¿Asunto olvidado entonces? Ni de lejos. Pese a su ausencia, el referéndum, o más bien el no-referéndum, determina en buena medida las claves de la confrontación actual. La negación del referéndum impide al Estado intentar derrotar democráticamente al proceso independentista, socavando así su propia legitimidad y forzando su propia maquinaria institucional.

Y la no consecución de una consulta vinculante le impide al independentismo prepararse para la batalla final, viéndose así inmerso en un 'procesismo' cada vez más complejo, a medida que cada nuevo paso intensifica el choque con el Estado pero sin precipitar un desenlace definitivo. No en vano el referéndum sería el momento en el que se condensarían a la par las legitimidades y las fuerzas respectivas de todas las partes y bloques en liza. El momento de la verdad en el que se dibuje una resultado que, temporalmente, arroje un vencedor legitimado.

Necesidad de un referéndum

El referéndum aparece hoy tan implausible, debido a la correlación de fuerzas en el Congreso de los diputados, como necesario. Y hacer posible lo necesario es el reto de cualquier estrategia política victoriosa y audaz. De ahí la necesidad de colocarlo, como hace En Comú Podem, en el centro de la política estatal con vistas al 20D y al post 20D, recordando además que la salida democrática a las demandas que emanan de Catalunya es una pieza fundamental de un desenlace democrático global de la crisis de régimen y un cortafuegos ante cualquier operación de auto-reforma desde arriba, de cualquier auto-enmienda gatopardista a modo de una segunda transición que hurte una dinámica constituyente desde abajo que pudiera abrir el campo de lo posible más allá de lo permitido.

Un escenario que hay que tener bien presente para ubicarse acertadamente en los debates posteriores a unas elecciones generales que marcarán el final de la primera parte de una crisis política de más recorrido histórico y temporal, y que tras el 20D continuará abierta.

La necesidad de celebrar una consulta vinculante, sin embargo, opera en tensión dialéctica con la apertura de un proceso constituyente catalán no subordinado a lógicas estatales, como forma de ejercicio práctico real y efectivo de la soberanía popular y cuya legitimidad emana tanto de la movilización popular iniciada el 11S de 2012 como del resultado del 27S y, a la vez, del 15M de 2011 que planteaba la necesidad constituyente desde otra perspectiva a la del independentismo, aunque con la pulsión democrática como elemento común.

No hay que contraponer referéndum y proceso constituyente catalán propio. No habrá una consulta vinculante en Catalunya sin la existencia de un movimiento que vaya avanzando su propia agenda de ruptura, haciendo su camino soberano, pero sin desconectarse estratégicamente de la política estatal. Y, al revés, el proceso independentista no desembocará en un ningún desenlace democráticamente legitimado y aceptado por todos (dentro y fuera de Catalunya) sin una consulta vinculante. Ambos, referéndum y proceso constituyente, se complementan y se necesitan. El uno tiene poca credibilidad sin el otro. El primero aparece en el orden del día con vistas al 20D. El segundo era la cuestión decisiva el 27S.

Una propuesta de referéndum que se presente desensamblada de un proyecto de proceso constituyente catalán no subalterno a dinámicas estatales aparece como una mera forma de ir moviendo la zanahoria y de posponer el ejercicio de la soberanía por parte del pueblo catalán hasta la obtención de una mayoría parlamentaria en el Congreso de los Diputados. Ello desplaza el eje de la decisión exclusivamente al ámbito estatal y tiene efectos paralizantes en Catalunya.

En realidad se trata de empujar desde los dos frentes a la vez, iniciando una dinámica constituyente en Catalunya y peleando por un cambio en el equilibrio de fuerzas en la política estatal del que el 20D debería ser el gran primer paso y para el que la movilización catalana y las alianzas estatales tejidas desde Catalunya para el 20D son decisivas.

A la inversa, una propuesta de proceso constituyente catalán que no contemple la necesidad de un referéndum, dándolo por superado sin ni siquiera haber tenido lugar, que se desvincule de la construcción de una nueva mayoría en el Estado, y que se dirija en Catalunya sólo al bloque independentista y excluya al sector partidario del derecho a decidir, olvida una pieza central en la legitimación democrática del proceso y en la conformación de una amplia mayoría política catalana.

Este ha sido el doble punto débil de la hoja de ruta trazada por la declaración de inicio del proceso independentista aprobada el pasado 9 de noviembre en el Parlament de Catalunya, carente de una estrategia dirigida también a los partidarios del derecho a decidir y que culmine con una consulta legitimada.

Es en el manejo de la dialéctica entre referéndum y proceso constituyente catalán, desdoblada a la vez con la articulación soberana entre una dinámica constituyente catalana y una de ámbito estatal, donde reside la llave de bóveda de una estrategia rupturista que debe ser pensada desde una temporalidad y espacialidad discordante, en las que los ritmos y las escalas de la ruptura no se superponen mecánicamente de forma armónica, pero pueden engarzarse positivamente. ¿Como? Abriendo paso con un triple camino confluente: avanzar soberanamente desde Catalunya, articularse entre las propias periferias para adquirir una centralidad decisiva como ya lo hacen En comú Podem y la En Marea gallega mutuamente referenciadas entre sí, y contribuir a una nueva mayoría rupturista plural en el conjunto del Estado, ya sea este 20D...o en la segunda vuelta de una partida que los de arriba están lejos de haber ganado de antemano.

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