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Legalidad del insulto

Hombre de expresión aparentemente ponderada, Jaime Mayor Oreja pareció, hace años, la persona adecuada para presidir su partido y ser candidato a la Presidencia de Gobierno. Para muchos, más profundo, más culto y prudente y más eficaz que otros.
Hasta nueva orden, en España hay libertad de palabra, y no es lícito perseguir a nadie por algo que ha dicho o escrito. La Justicia existe para ampararlo. Sin embargo, la libertad de palabra tiene sus límites –no se puede enaltecer el terrorismo, por ejemplo– y lo que se diga debe situarse siempre dentro de estos límites establecidos por ley.

Hay otros límites, no obstante, que en la gente educada suelen ser cosa no de ley sino de buena educación. Hasta cierto punto el insulto no cae en categoría prohibida alguna. El lenguaje diario, particularmente en ciertos países como España, puede y suele contener expresiones muy desagradables que a nadie se le ocurriría prohibir por ley. Las dictaduras se han distinguido universalmente por intentar limpiar la lengua de palabrotas, si bien cayendo, en algunos casos, en disposiciones grotescas. En la Italia de Mussolini, por ejemplo, la palabra "bidet" fue prohibida y, en su lugar, debía decirse "limpiasexo". En la Argentina de Perón se cambiaron muchas letras de tango, y la madre ya no podía ser cantada como "vieja". Al mismo tiempo, todos los italianos, como los argentinos, off-the-record utilizaban las habituales "puta", "carajo", "me cago", etcétera, aun en los ambientes más elevados del Estado. Había personas, es cierto, a quienes se les escapaba una de estas expresiones sucias, pero inmediatamente se disculpaban. Il Duce no era de habla limpia, ni mucho menos Perón ni, especialmente, Evita.
Ahora Jaime Mayor Oreja dice con todas las letras que entre Rodríguez Zapatero y ETA existe una "alianza potencial". Sin ser un insulto ni una palabrota, la afirmación es insultante, maleducada. Primero, porque constituye una acusación gravísima sin que la apoye "prueba fehaciente" alguna. Y segundo, porque implica que Zapatero, en el colmo de la mala fe, combate a ETA pour la galérie, para que no se le acuse de no hacerlo, mientras a escondidas y con la mayor de las hipocresías, dialoga (si no negocia) con el enemigo común. Es como tener a un quintacolumnista en el Gobierno.
Con semejante afirmación, Jaime Mayor Oreja borra de un plumazo el poco prestigio de persona educada que le quedaba. Y peor aun: usa la difamación como instrumento político. Y la difamación sí está penada por la ley.

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