Tiempo real

Bancos

En Madrid ya casi no quedan bancos. Los bancos son objetos, no necesarios, sino imprescindibles. Una sociedad sin bancos no es concebible. Ni siquiera es concebible una sociedad con pocos bancos. En una época era difícil ir por una calle céntrica, sobre todo por una avenida importante, sin toparse con un banco tras otro. Nunca faltó gente que se sirviera de ellos, a todas horas.
Pero hoy hace falta una lupa (o un telescopio) para encontrar un banco. Y no es consecuencia de la crisis, los bancos nada tienen que ver con la crisis sino, más bien, con la planificación urbana. Porque no estoy hablando de los bancos a los que la gente confía sus pequeños ahorros, sino de los bancos para sentarse.
–Señor, no hay bancos porque las tiendas no quieren que los mendigos afeen el paisaje tumbándose en ellos para dormir. Es la pura verdad. Si no fuera por los mendigos, usted y yo podríamos pasear y de vez en cuando tomarnos un descansito mirando pasar a la gente. Nada más que eso.
La reflexión de la señora guapa que conduce el taxi me deja pensativo y miro las aceras junto a las que transitamos. Tiene razón. No se ve un banco. Y cuando de pronto aparece uno, está ocupado a tope, no por mendigos sino por gentes como uno, quizá gente mayor que se está tomando un descansito.

–¿Y los supermercados? le pregunto a la señora simpática que no quita su vista de la calle.
–No me hable. Yo voy mucho a El Corte Inglés, pero sobre todo a Mercadona, que me queda cerca. Si tengo que comprar pescado y pan, tengo que caminar kilómetros, y si me canso no tengo más remedio que caminar más kilómetros y sentarme en la cafetería, donde la consumición es obligatoria, ya sabe.
Otra vez la señora tiene razón. Es el caso del Alcampo al que suelo ir. También voy a El Corte Inglés, pero El Corte Inglés tiene la ventaja de que, además de los ascensores y las escaleras mecánicas, tiene escaleras de mármol. Son escalones duros, poco cómodos para la gente mayor. No obstante, ¡cuántas veces pude reposar mis asentaderas unos minutos y recuperar fuerzas en esos escalones! En general, entablé conversaciones con algunos coetáneos no menos cansados que yo, aunque en ningún caso que recuerde nos lamentamos de que no hubiera bancos. Que no los hay.
A la entrada de los pueblecitos rurales, la carretera suele estar bordeada por unos muritos de piedra en los que los viejos se sientan a ver pasar y comentar una que otra moto, algún coche, algún camión y, simplemente a la gente. Y sobre todo a las chicas jóvenes.
¡Eso es vida!

Más Noticias