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Gastos generales

Según de dónde provengan los fondos, los precios de un viaje o de una entrega a domicilio pueden ser horrorosos o una bicoca. La transformación tiene lugar imperceptiblemente y la adjetivación se establece con la aprobación del entorno, que la da por sentada sin cuestionarla.
No hace mucho, los ministerios se servían únicamente de Correos para los envíos de invitaciones a actos, pero desde los inicios de la prosperidad las invitaciones suelen llegar por motorista. La crisis ha moderado las aspiraciones de los funcionarios nuevos ricos, pero hay instituciones del Estado que siguen sin jamás poner a sus empleados en clase turista: business. ¿Y la crisis? Como quien oye llover.
El chocolate del loro, se aduce. Pero el loro no tiene por qué comer sólo Lindt. Si el loro es un loro privado, ni Lindt ni chocolate. Su dueño, que para las vacaciones viaja en turista y aprovecha las ofertas especiales, no tiene reparos, si está amparado por el poder, en gastar sumas demenciales para que sus dependientes y subordinados (y, naturalmente, él mismo) se den la gran vida. Business y hoteles de cinco estrellas. Para su loro, cacahuetes, sobre todo en tiempos de crisis.

Estos dineros desmesurados sirven para crear complicidades. No tienen por qué provenir de la corrupción, su proveniencia tiene poca importancia. Recibir un envío por motorista quizás acelere la entrega, pero lo importante es el aura de privilegio que confiere, tanto al destinatario como al remitente. La máquina, el uniforme, por humildes que en realidad sean, transmiten un halago que provoca una sonrisa de satisfacción. Es la sonrisa del ejercicio del poder y de la sumisión al poder. No cualquiera se lo puede permitir, no a cualquiera se le confiere el honor.
En una economía de crisis, no hay ahorro excesivo, sin embargo. Evidentemente, la corrupción cuesta un ojo de la cara, y si de la noche a la mañana desapareciera la compra y venta de favores oficiales nadie duda de que se notaría en las cuentas del Estado. Ahorrar en viajes y en entregas a domicilio –es decir, en gastos generales, el chocolate del loro– se notaría menos, pero tendría una función ejemplarizadora notable.
Nos cayó muy mal ver a la familia de Obama tomándose unas vacaciones de súper lujo en Marbella, mientras tantos en su país viven por debajo del listón de la pobreza. Tal vez sea para contrarrestar ese mal ejemplo que las fotos de Obama en mangas de camisa y comiendo una hamburguesa en un boliche cerca de la Casa Blanca son tan frecuentes.

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