Todo es posible

La vaquilla

A lo largo del día nos suceden algunas cosas buenas y muchas otras intolerables. Me reservo las buenas porque son más subjetivas, pero las malas están en boca de todos: crisis, paro, malos tratos, crímenes, corrupción y demás violaciones de los derechos humanos. Es difícil establecer un orden de prioridades con tantos motivos de indignación, así que voy a referirme a un suceso local que ha ocupado un espacio insignificante en los medios, sobre todo si lo comparamos con el resto de las atrocidades planetarias. Se trata, sin más rodeos, de la vaquilla maltratada hasta la muerte durante las fiestas patronales de Alahurín el Grande (Málaga).

Es doloroso ver la grabación de unos individuos que se divierten torturando a un animal. No concibo que unos chavales (creo que no había mujeres entre los agresores; que me desmientan si no fue así) se consideren muy machos por apalear, aporrear y partirle el cuello a una ternera hasta dejarla moribunda. La plaza de toros estaba llena de gente que jaleaba a los mozos envalentonados por los gritos y por el probable exceso de alcohol. A los responsables del ayuntamiento no se les ocurrió nada mejor que soltar a otra ternera, que recibió otra brutal paliza por parte de los bárbaros. ¿Por qué no lo evitó la policía local o la Guardia Civil? Pagamos impuestos, entre otras cosas, para que la autoridad competente impida a estos energúmenos torturar a los animales. Ante las denuncias del Colectivo Contra el Maltrato Animal y otras protestas, el alcalde del municipio malagueño ha prometido prohibir la suelta de vaquillas en los próximos festejos. Menos mal que ese vídeo espeluznante ha servido para algo.

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