Todo es posible

¿Qué les une?

Por más que me esfuerzo en comprender a la esposa de Dominique Strauss-Kahn no lo consigo. Admito, de entrada, que las siguientes líneas están cargadas de prejuicios negativos hacia él y favorables hacia ella. El apoyo incondicional de Anne Sinclair al marido que le ha tocado en suerte es, para mí, un gran misterio. Me gustaría saber lo que ella sabe ¿Qué le habrá dicho Dominique? ¿Que tuvo sexo de mutuo acuerdo? ¿Que la carne es débil y cayó en una trampa? Cualquier cosa, espero, menos admitir que intentó violar a la camarera, porque supongo que tal posibilidad resulta repugnante para cualquier mujer.

Mis prejuicios me llevan a tener especial simpatía por la Sinclair, quizá por su historia deslumbrante. De familia judía exiliada en Nueva York; un padre héroe de la Resistencia; un abuelo, Paul Rosenberg, comerciante, coleccionista de arte, amigo de Picasso, Matisse, Braque; una madre, Micheline, retratada en un cuadro de Picasso. Heredera de una inmensa fortuna, Anne se convierte en una gran profesional, políticamente comprometida, periodista con criterio, estrella del mejor programa de la televisión francesa, se casa en segundas nupcias con un hombre ambicioso y promiscuo. ¿Qué les une? ¿Le ama realmente? ¿Le considera un pobre enfermo; un adicto al sexo? No concibo que se trate sólo de una esposa sufridora. Miro, una y otra vez, la imagen de Strauss-Kahn, aparentemente abatido, que se apoya en una mujer firme y de gesto enérgico. Hacen el paseíllo hasta la puerta de los juzgados, mientras numerosos manifestantes y empleadas de la limpieza les gritan "¡Vergüenza!". ¿Comparten algún secreto inconfesable?

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