Todo es posible

No le dejen morir

Cada verano, además de un descanso, pido una tregua. Que todo se quede como está, al menos, que no empeore de aquí a septiembre, cuando retome esta columna de los miércoles. Quisiera que el mundo se reblandeciera al compás de mi cerebro. Inútil empeño, porque está comprobado que en verano no cesan las hostilidades ni se detienen las grandes catástrofes ni tampoco las pequeñas tragedias. No puedo leer las noticias con indolencia, aunque intento con todas mis fuerzas que me resbale la realidad para sentirme menos vulnerable. Imposible pasar por alto la masacre de este criminal noruego cuya imagen atroz quisiera borrar de todas las portadas del mundo.

Tampoco son tranquilizadoras las incursiones en la letra pequeña de la prensa, donde casi pasa
inadvertida la noticia de la muerte del marroquí Tohuami Hamdaoui en la cárcel de Teruel, un preso en huelga de hambre, sobre el que cabe preguntarse por qué a este sí le dejaron morir. Probablemente, porque sólo su familia llora por él. Hay otro preso, el más antiguo de España, cuya tremebunda historia pone los pelos de punta. Miguel Montes Neiro, 60 años, ha iniciado otra huelga de hambre para protestar por la sucesión de injusticias de las que ha sido víctima desde los 16 años. No tengo espacio para contarles su vida repleta de fugas e intentos de suicidio. Merece que lo lean en internet. Sólo ha cometido delitos menores, pero su hermana cuenta que le persigue la venganza de un policía y ha tenido la desdicha de caer en manos de jueces implacables. Pido, si no por justicia, por piedad, que le impidan morir, como hicieron con otros presos más valiosos para el Estado.

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