Todo es posible

Energúmenos

Vaya por delante que en mi escala de valores considero prioritario resolver los problemas de los humanos. Con esta elemental declaración de principios intento cubrirme de los insultos que me caerán por dedicar, en tiempos de absoluta penuria, unas líneas a la protección de los animales. El ambiente está de lo más exaltado, entre otras cosas, porque en los penosos festejos de Tordesillas una manifestante contraria a que torturen al Toro de la Vega fue detenida ayer por rociar, al parecer, con una sustancia lacrimógena a los presentes en el acto. Uno de los afectados fue un guardia civil. La presunta agresora fue esposada y conducida al cuartel. También estoy en contra del ojo por ojo y de las campañas violentas que han llevado a cabo algunos activistas del Frente de Liberación Animal.

Dicho esto, considero una aberración salvaje que a la gente le divierta el espectáculo de torturar a un animal. Y algo más aberrante todavía que las autoridades compartan el patético jolgorio, lo defiendan con el argumento de que se trata de una tradición centenaria e intenten ampararlo solicitando a la Unesco que lo declare Patrimonio Cultural Inmaterial de la villa de Tordesillas. Y peor aún, si cabe, que al Gobierno se le haya perdido en el cajón de los proyectos olvidados la Ley de Protección Animal, que lleva dos años dando tumbos por el Congreso de los Diputados.
Las normas que existen en España están lejos de la legislación comunitaria y han demostrado ser insuficientes para impedir el ensañamiento con los animales del que presumen impunemente estos energúmenos amparados por la autoridad.

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