Todo es posible

Soldados

Somos demasiado curiosos e impacientes. Queremos saber antes de tiempo qué personas formarán parte del anhelado fichero de altos cargos de la Administración del Estado. Agobiados por el interrogatorio periodístico, los ministrables no saben cómo eludir la respuesta a si se encuentran o no entre los elegidos por Mariano Rajoy. Uno de estos ministrables, José Manuel Soria, presidente del PP en Canarias, al sentirse acorralado por las preguntas de la insistente y persuasiva Ana Pastor, dijo ayer que "uno en política es un soldado y va donde le mandan", aunque después terminó por admitir que todo soldado ambiciona formar parte del Alto Estado Mayor.

Muy reveladora la analogía del político con la obediencia debida del soldado. Está claro que en ambos casos lo primero que se exige, antes de cualquier otro mérito, es disciplina y lealtad. Y he aquí uno de los problemas de la democracia, o más bien de la partitocracia: que los elegidos tienen que complacer prioritariamente a los jefes que los nombran en vez de saldar cuentas con los electores. El jefe tiene la potestad de premiar con puestos en las listas electorales, escaños parlamentarios, cargos relevantes en ministerios, empresas públicas, embajadas u organismos internacionales. Puede también castigar con el cese al que tiene un comportamiento heterodoxo.
Para impedir arbitrariedades hay que reivindicar, además de la reforma de la Ley Electoral, nuevas medidas que faciliten la democratización de los partidos políticos para que los cargos electos tengan que responder ante sus electores y no sólo ante sus respectivos dirigentes.

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