Todo es posible

Lo peor de cada casa

La consigna es revolucionar, oxigenar y acabar con los viejos tabúes. Los artífices de la reforma se atreven a tildar de residuo franquista la anterior legislación laboral, un logro de los trabajadores que se jugaron la vida, y algunos la perdieron, por defender los derechos laborales que ahora pretenden fulminar.

Durante más de tres décadas de democracia, la ley ha sido modificada reiteradamente para adaptarse a la exigencia de los nuevos tiempos, pero nunca se había dejado a los trabajadores tan desprotegidos frente a los intereses de la patronal. Así de simple. Se puede contar de una manera más sofisticada y decir, por ejemplo, que no todos los empresarios pretenden aumentar sus beneficios a costa de empeorar las condiciones de trabajo de sus asalariados. Hay empresarios generosos y trabajadores rácanos, del mismo modo que existen brujas hermosas y príncipes malos.

Dice el secretario general de Comisiones Obreras, Fernández Toxo, que nos quieren imponer una modernidad de película americana. Cuántas veces hemos visto la imagen del empleado (Dustin Hoffman en Kramer contra Kramer) que abandona cabizbajo el despacho del jefe de recursos humanos, mete en una caja de cartón sus escasas pertenencias (la foto familiar, los rotuladores y cuatro carpetas) y sale a la calle conteniendo las lágrimas. Ha sido víctima de un despido fulminante y así termina, sin rechistar, su relación laboral. Es probable que el especialista en recortes financieros, (el personaje de George Clooney en Up in the air) se convierta en el profesional de moda. Siempre nos quedamos con lo peor de cada casa.

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