Tomar partido

La subida de tipos de hoy son los desahucios de mañana

Dos antidisturbios derriban la puerta del portal del domicilio de José Manuel, de 79 años, y de su mujer, de 82, en la calle Vía Carpetana 109 para intentar desahuciarles. -Alejandro Martínez Vélez / Europa Press
Dos antidisturbios derriban la puerta del portal del domicilio de José Manuel, de 79 años, y de su mujer, de 82, en la calle Vía Carpetana 109 para intentar desahuciarles. -Alejandro Martínez Vélez / Europa Press

Esta vez iba a ser diferente. Ni hombres de negro ni Troika ni rescates con letra pequeña que ahoga. La pandemia lo había cambiado todo. El neoliberalismo había muerto. La UE había aprendido la lección. Nunca más Grecia. Aquello fue demasiado. Ahora era tiempo de la solidaridad. Otra manera de salir de la crisis. Llegaron los fondos Next Generation UE. Y los anuncios históricos. Esta vez no se dejaría caer a nadie. Esta vez iba a ser diferente.

Pero si la pandemia hirió de muerte la fiebre verde europea y todas las promesas y anuncios históricos que iban a hacer de la UE la campeona mundial contra el cambio climático, la guerra de Ucrania ha terminado por sepultar en cuestión de semanas el espejismo del capitalismo verde y el de una Europa social como guía para la  recuperación, la regeneración y todo el mantra que las acompañaba. Ya no podemos salir de la crisis de otra manera porque estamos en otra crisis que se llama guerra. Ya no es tiempo para la solidaridad porque toca "hablar el lenguaje duro del poder", como nos dijo Borrell en el Parlamento Europeo hace unos meses.

Hay que defender el "jardín francés europeo" de la selva que acecha ahí fuera. Pero, ¿quién disfruta de ese jardín realmente? La Confederación Europea de Sindicatos (ETUC) calcula que 9,5 millones de personas en la UE ya tenían problemas para pagar las facturas de la electricidad y el gas antes de la actual espiral de precios. Con la inflación rondando el 13% y los salarios apenas revalorizándose, la pérdida de poder adquisitivo comienza a adoptar tintes históricos. En España la OCDE calcula que rondará el 5% de media este año. Pero las medias esconden la desigualdad creciente. De media, en Europa, quienes menos cobran han visto caer su salario real un 19% en lo que va de año. Es la mayor caída en este siglo. Y en 16 de los 27 Estados miembro, el gasto anual en luz y gas se come el equivalente a una nómina mensual de los hogares con menos ingresos.

Este invierno será duro en general. Pero en muchos casos será dramático. Y obsceno. Porque los beneficios empresariales son de lejos los principales responsables de la inflación (estuvieron detrás del 83% del aumento de los precios durante el primer trimestre en España). Unos beneficios empresariales que en 2021 fueron un 23,3% superiores a los de 2007, último año antes de la crisis que supuestamente nos hizo "apretarnos el cinturón a todos". Desde entonces, el impuesto de sociedades ha caído un 30% mientras no ha dejado de aumentar la recaudación por IRPF e IVA. Los millonarios cada vez lo son más y pagan menos impuestos a costa de engordar la lista de millones de personas empobrecidas o en permanente proceso de precarización. El verdadero milagro de la UE ha consistido en construir una Europa de millonarios a costa de millones de pobres.

Los precios ya subían tendencialmente antes de que Rusia invadiese Ucrania. Pero la guerra, además de acelerarlo todo, también ha servido de coartada perfecta para la doctrina del shock y para la guerra social. La presidenta de la Comisión Europea afirmó sin despeinarse en el reciente debate del estado de la Unión que "hay que recuperar el espíritu del Tratado de Maastricht". No podemos olvidar que Maastricht constitucionalizó el neoliberalismo como única política posible. Caretas fuera. El neoliberalismo que supuestamente había muerto está desplegando todo su arsenal monetarista y vuelve a colocar a la inflación en la cúspide del eje del mal que acecha a la estabilidad financiera que requieren los negocios de los de siempre. Y en nombre del combate contra la inflación que generan unos pocos pero sufren unos muchos, el Banco Central Europeo anunció hace unos días una nueva subida de los tipos de interés. El objetivo es enfriar la subida de precios tanto como se enfriarán los hogares europeos dentro de poco.

Quienes ven las facturas de la luz y el gas subir desde hace meses, verán ahora la hipoteca encarecerse. Para algunos supondrá menor capacidad de ahorro. Para muchos otros directamente dejar de calentarse en casa o terminar perdiéndola. La subida de tipos de hoy son los desahucios de mañana. Y ahí podremos comprobar cuánto ha cambiado la manera de afrontar esta nueva crisis por parte de las élites europeas y españolas. Y entonces podremos poner a prueba aquello de que "los desahucios están prohibidos en España" que tanto hemos escuchado estos últimos meses desde ciertos gabinetes de prensa. Sin embargo los desahucios no han dejado de producirse e incluso de aumentar. El número de ejecuciones hipotecarias sobre viviendas habituales se situó en 11.947 en 2021, la cifra más elevada desde 2016 y que supone un incremento del 57,4% respecto al año anterior. Pensemos qué puede suponer el incremento vertiginoso de las facturas hipotecarias para miles de familias.

El encarecimiento de la cesta de la compra y de las hipotecas a tipo variable se dará de bruces con las recetas neoliberales habituales para combatir la inflación: la política monetaria hegemónica considera que la subida de los precios se debe a un aumento de la demanda, por lo que hay que elevar los tipos de interés para congelar la economía, en otras palabras para disminuir el poder adquisitivo de las clases populares, en muchos casos directamente mandándoles al paro y/o a la miseria. Para algunos, daños colaterales del proyecto europeo, ese gran experimento neoliberal.

La premisa de fondo es evidente: la inflación es culpa tuya y de tu vecina, que consumís mucho, que "vivís por encima de vuestras posibilidades". Y, para combatirla, tendréis que "apretaros el cinturón". Exactamente la misma canción del verano de la crisis de 2008. Poco importa que la mayoría de la inflación provenga de los beneficios empresariales. O que las propuestas de impuestos a los beneficios de las empresas anunciadas por la Comisión Europea y por algunos Estados miembro solo sean un maquillaje obsceno ante la situación que viven las clases populares. "Haced negocio con el sufrimiento de millones, pero no mucho, que queda feo", parecen decirnos. Pero no es ceguera de fe, sino una estrategia consciente. La única, la de siempre: reajustar la economía en tiempos de turbulencias para salvaguardar los intereses de quienes más tienen y conseguir, de una manera o de otra, que las y los de abajo paguen la crisis. Otra vez la misma música que ya conocíamos.

Pero aunque 2008 vuelva a sonar cercano, desde entonces han pasado muchas cosas: agravamiento de la emergencia climática, ascenso de la extrema derecha, frustraciones neoprogresistas, Brexit, Visegrado, Grecia, Ucrania, Rusia, China y tantos otros. El colchón que amortiguaba crisis pasadas parece hoy una esterilla de camping. Este invierno pueden vérsele las costuras al traje triunfalista de las élites europeas. Y la unión sagrada contra el enemigo ruso no paga facturas de gas ni se pone entre tu familia y los antidisturbios que vengan a desahuciarte cuando lleves varios meses sin poder pagar la hipoteca. Ahí, de nuevo, solo estarán tus vecinas. Poniendo el cuerpo. Codo con codo. Al final resulta que aquel jardín francés solo lo disfrutaban unos pocos. Como siempre. Aquí dentro también hace frío. Pues tocará juntarnos para calentar el ambiente.

Más Noticias