Trabajar cansa

Activo tóxico, al contenedor amarillo

                                                                         

"Ahora se habla de buenos bancos y malos bancos. El bad bank tuvo muy buenos resultados en anteriores crisis" -Joaquín Almunia, Comisario Europeo de Economía-

                                            

Entre las propuestas más novedosas para salir de la crisis, circula ahora la idea de crear un bad bank, un banco malo (expresión que algunos encontrarán redundante). Consiste en crear una entidad paralela que se quede con los activos "tóxicos", toda esa basura financiera que ha provocado la crisis, y sin la cual los bancos podrían limpiar sus balances.

No es inocente la elección del adjetivo "tóxico". En efecto, los productos financieros de origen sospechoso y dudoso valor son vistos como residuos tóxicos, como basura de la que debemos deshacernos. Para ello, nada mejor que un banco que funcione como basurero. Y en el colmo de las ilusiones, se pretende que ese banco malo no entierre ni incinere las guarrerías, sino que las recicle.

La producción de basura es una piedra de toque de la sociedad de consumo. Producimos toneladas diarias, pero no nos preocupan, pues nos tranquiliza pensar que un profesional se hace cargo de ella, la recoge, procesa, separa, reutiliza o destruye con cuidado.

El reciclaje es un buen consuelo. Nos sentimos bien separando el papel del plástico, aunque a veces llega el tipo de la limpieza y vacía todos los cubos en el mismo saco. Lo mismo pasa con los residuos peligrosos, en cuyo tratamiento confiamos, hasta que un día nos enteramos de los contenedores de mierda que acaban enterrados en el sur de Italia –lo cuenta Saviano en Gomorra-, o hundidos en alta mar.

La basura de los bancos, ¿puede reciclarse? ¿La enterrarán, la quemarán, la mandarán a un país pobre, o nos la encontraremos vertida manchando alguna playa?

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