Trabajar cansa

Paracaídas de oro

 "Cómo se explica que por un lado despidan a 1.000 asalariados y por otro decidan remuneraciones indignas de estos tiempos" -Eric Woerth, ministro francés del Presupuesto- 

                                    

 La imagen del ejecutivo que deja su empresa nos la da el cine: ese hombre con la corbata aflojada que vacía los cajones del escritorio en una caja de cartón, coloca en lo alto la foto de familia enmarcada y abandona melancólico el despacho. Lo que no sale en las películas es la pasta que el tipo se lleva cuando deja la compañía, dato que quizás nos lo haría menos simpático.

Con la crisis estamos aprendiendo mucho de blindajes, bonificaciones y primas. Los gobernantes de medio mundo han sufrido un sarpullido de ética y ya no ven con buenos ojos las millonadas que los ejecutivos se embolsan. En algunos casos de empresas reflotadas con dinero público, están presionando para que devuelvan las primas (AIG) o no cobren finiquitos como el del ex-presidente de Valeo en Francia, de 3,2 millones de euros.

Pero no nos hagamos ilusiones. El sarpullido durará lo que dure la crisis. Es sólo para templar los ánimos ciudadanos, no sea que nos cabreemos más de la cuenta. Así que no se asusten los ejecutivos: cuando pase lo peor podrán seguir cobrando lo suyo sin mala conciencia, ya verán.

Por lo visto esas pagas millonarias de fin de contrato se conocen como "paracaídas de oro". La metáfora es exacta: el piloto que puede saltar sin riesgo mientras el resto de la tripulación ve cómo cae el avión, o son obligados a saltar a pelo.

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