Trabajar cansa

Confieso: yo también fui codicioso

"Los trabajadores, sin tener culpa ninguna, están pagando un precio muy alto por la temeridad y avaricia excesivas del mundo empresarial" -Manifiesto de la Confederación Europea de Sindicatos- 

                

 Seguramente en la "euromanifestación" que los sindicatos mayoritarios convocan hoy en Madrid habrá pancartas con la vieja caricatura del capitalista barrigón de frac, chistera y puro; un clásico del imaginario obrero hoy recuperado.

Ha calado el mensaje de que la culpa de la crisis es de unos pocos codiciosos, capitalistas malos que con su apetito desordenado echaron a perder un sistema que sin ellos funcionaría de maravilla. Lo malo por tanto no es el capitalismo –que puede seguir con alguna reformilla-, sino los capitalistas descarriados. De ahí la idea, repetida por Zapatero, de que los trabajadores no debemos pagar la crisis pues no la hemos causado.

Supongo que ese discurso sirve como consuelo, y puede tener efecto movilizador. Pero esa imagen de los trabajadores como unos buenazos, hasta tontos de tan buenos, que vivíamos humildemente mientras los ricachones se forraban en el "capitalismo de casino"...

Me da que muchos no nos hemos limitado a mirar por la ventana del casino, sino que hemos entrado en él, y hasta hemos jugado, aunque fuese en la mesa de las pequeñas apuestas. Algunos incluso vieron cómo su calderilla se convertía en fajo de billetes, y soñaron con fumarse también ellos el puro en la mesa de los mayores.

¿Acaso olvidamos los años en que jugábamos al monopoly con nuestras casas? ¿No se nos hacía la boca agua al presumir de cómo se multiplicaba el precio del piso, incluso aunque no pensáramos venderlo? ¿A partir de cuánto se considera "excesiva" la avaricia? ¿Hay avaricia moderada? Lo único cierto es que, cuando el casino quiebra, la factura la pagamos los pequeños jugadores. Que nos sirva de lección.

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