Trabajar cansa

Cuidado, no vayamos a afrancesarnos

"Comprendo su desconcierto, pero las amenazas y el chantaje no pueden ser un elemento del diálogo social" -Laurent Wauquiez, ministro de Empleo francés- 

                            

La CEOE acaba de poner sobre la mesa de negociaciones una nueva medida que amenaza con reventar el diálogo social. La propuesta, que permanece en secreto como parte de su agenda oculta, tiene difícil encaje legal: pretenden que el gobierno impida a los trabajadores españoles viajar a Francia en los próximos meses.

Es fácil comprender la inquietud de la patronal. De Francia nunca ha venido nada bueno –revolución, laicismo, égalité, fraternité-, y los empresarios están preocupados porque los trabajadores españoles aprendamos malos modos de los gabachos.

Sólo hay que ver cómo está de caliente el diálogo social en Francia: tras los secuestros de directivos, la última moda es rodear de bombonas la fábrica y amenazar con volarla como elemento de presión. Ha ocurrido ya en varias empresas tras anuncios de cierres y despidos, y seguramente habrá más en los próximos días. Figúrense cómo está la cosa, que una de las películas más exitosas este año es la comedia Louise-Michel, que bromea sobre un grupo de trabajadoras despedidas que deciden usar su indemnización para contratar un asesino a sueldo que liquide al jefe.

No propongo que hagamos lo mismo aquí, tranquilos. Tampoco creo que los franceses vayan en serio, es sólo una forma de llamar la atención, desesperados por los despidos masivos. Lo que compruebo una vez más es que las relaciones laborales están llenas de acciones violentas, pero no todas se consideran como tales. Retener a un directivo es violento. Despedir de un día para otro a doscientos obreros no lo es. Amenazar con volar la fábrica es violencia. Trasladarla a otro país con mano de obra más barata no lo es. Y luego nos sorprende que se enfaden.

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