"En un momento de crisis, de dificultad de tantas personas, hay cosas que se vuelven especialmente llamativas" -Cristobal Montoro, portavoz de Economía del PP-  

Tengo varias hipótesis para entender el anuncio de que el consejero delegado de BBVA, José Ignacio Goirigolzarri, deja el banco con una pensión vitalicia de tres millones anuales. Hipótesis primera, fantástica y chestertoniana: el consejo de administración del banco está infiltrado por elementos antisistema conjurados para derribar el capitalismo desde dentro, calentando a los ciudadanos con comportamientos así. Se trataría de los mismos agentes dobles que ya han actuado en aquellas compañías que, tras ser salvadas con dinero público, repartieron sueldazos a sus directivos.

Hipótesis segunda, más verosímil: los mandamases del mundo financiero cruzan apuestas, se retan a ver quién se atreve a la provocación más gorda. Va Goirigolzarri y dice: "¿A que me voy del banco con un pastón y lo hago público?". "¿A que no te atreves?", le responde un colega, y se apuestan una cena.

Y luego está la hipótesis tercera, seguramente la buena: ni se les había ocurrido pensar que alguien fuese a indignarse con la noticia. Lo ven de lo más normal. Total, si el tipo cobró el año pasado casi cinco kilos y nadie dijo ni pío, ¿por qué íbamos a protestar por su pensión? Ah, vale, porque estamos en crisis. ¿Sería aceptable sin crisis? ¿Y si el banco, como dice, no ha recibido ayudas públicas?

"Desde luego, no sé qué quieren", habrá comentado a sus colegas banqueros, "¿un capitalismo sin reparto de beneficios a lo bestia, sin bonus y pensiones millonarias, sin paraísos fiscales? ¡Eso ni es capitalismo ni es nada, hombre!" Y tiene razón. Lo del capitalismo con valores, moralizado, es como la justicia militar, el consumo responsable o el desarrollo sostenible. Aunque haya quien se lo crea.