Trabajar cansa

Luego diréis que somos cinco o seis

"Hubo alrededor de dos millones; tenemos gente que nos va informando de hasta dónde llegan los manifestantes" -Benigno Blanco, presidente del Foro de la Familia- 

             

No le auguro mucho éxito al invento ése para contar manifestantes de la empresa Lynce. Primero, porque no han descubierto nada que no pudiésemos hacer ya. Que un ordenador cuente uno por uno es algo que ya se podía hacer, aunque fuese a mano, con fotos aéreas, y que de forma aproximada ya se hacía con la superficie ocupada. En segundo lugar, no creo que a nadie le interese disponer de una herramienta precisa, pues si hoy la usamos contra nuestros rivales políticos, mañana nos la devolverán cuando salgamos a la calle. 

Pero es que además supone reventar uno de los encantos de la democracia: la guerra de cifras. Habrá quien prefiera la racionalidad y la objetividad del número exacto de personas. Yo no. Me parece una manera de enfriar el derecho de protesta, tanto como aquella propuesta del alcalde Álvarez del Manzano de construir un manifestódromo en las afueras de la ciudad para no causar molestias. 

Total, las exageraciones no hacen ningún mal. Todos sabemos que esto funciona como un regateo, y a partir de los cálculos de unos y otros es fácil saber cuándo toca dividir por diez o multiplicar. La guerra de cifras permite que todos se retraten: los convocantes, las administraciones y por supuesto los medios de comunicación, que dan por buena una cifra u otra en función de su afinidad o rechazo. Lo mismo pasa en las huelgas: unos cifran el seguimiento en el 20% y otros en el 80%, siendo a veces muy fácil averiguar cuántos han trabajado. 

Así que déjennos tranquilos con nuestra costumbre tan española de exagerar. Ya sabemos que en las avenidas habituales no cabe un millón, y que en los tiempos que corren deberíamos considerar un éxito sacar diez mil personas a la calle. Pero es más entretenido así.

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