Trabajar cansa

Soy corrupto porque el mundo me hizo así

"Pido a los medios y a los creadores de opinión un ejercicio de objetividad en el juicio moral y ético sobre los políticos" -José Montilla, presidente de la Generalitat- 

                   

Que el Partido Popular esté podrido por una trama corrupta es un problema grave para el sistema democrático de partidos. Pero si el PSOE se ve también salpicado por unos cuantos casos en ayuntamientos aquí y allá, la situación mejora. Si encima acaba en el calabozo un puñado de dirigentes de partidos minoritarios, y hasta independientes, se acabó el peligro: el sistema gana estabilidad. 

Si la mierda mancha a todos los partidos, ya no es problema de éste o aquel, sino una corrupción sistémica. Ni pa’ti ni pa’mi: para todos. Es como aquella doctrina de la guerra fría de la destrucción mutua asegurada. Si nadie puede tirar la primera piedra, nadie temerá llevarse una pedrada. De ahí a que los partidos lleguen a un pacto de Estado contra la corrupción y pelillos a la mar, queda un pasito de nada. 

De esta manera no hay corruptos, sólo corrupción. Yo no soy, yo no quería, es el sistema, soy corrupto porque el mundo me ha hecho así. Y se acumulan las metáforas patológicas: "una fiebre contagiosa de la que no se libra ninguna comunidad ni ningún partido", decía ayer el editorial de El Mundo. "Un cáncer", subrayaba el de ABC, mientras El País prefería el símil ambiental: "el chaparrón de la corrupción" y la "mancha de aceite" que se extiende. Pueden sonar muy contundentes, pero difuminan el problema y diluyen las responsabilidades. 

Ya puestos, se me ocurre una mejor: la corrupción como una droga, y los corruptos como yonquis que merecen nuestra comprensión, y hasta cariño. Hay que rehabilitarlos, no encarcelarlos. Y perseguir a esos camellos desalmados que reparten caramelos con comisioncitas a los inocentes concejales a la puerta del ayuntamiento.

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