Trabajar cansa

Emociones enlatadas

"Un nuevo concepto de evasión para regalar. La oportunidad de disfrutar de más de 700 experiencias diferentes" -Presentación del producto Smartbox

          

Vale, todos renegamos de la navidad y vamos por ahí diciendo que es una fiesta consumista inventada por los grandes almacenes. Pero una vez más, y jurando como el año pasado que nunca más picaremos, hoy corremos a esos mismos odiosos centros comerciales a buscar el regalo de última hora. 

Para colmo, regalar es cada vez más difícil. Todo el mundo tiene de todo, las casas están equipadas con el último gadget tecnológico, y las cosas innecesarias hace tiempo que se convirtieron en necesidad, y dejaron de ser vistas como regalo pues forman parte de la cesta de la compra habitual. Y no hablemos de encontrar nada sorprendente, que nada consigue superar la insatisfacción permanente en que se basa el consumismo. 

Por eso ahora se lleva regalar experiencias, emociones, vivencias inolvidables, sueños cumplidos. Y de la manera más fácil: vas a la tienda y en un expositor eliges una cajita etiquetada como "aventura", "relax", o "gastronomía". Sin más esfuerzo, por una cantidad de dinero asequible, regalas un fin de semana en una bodega, un baño de chocolate, unas horas al volante de un Ferrari o un salto en paracaídas. 

Nada extraño que los sueños y emociones se fabriquen también en serie y quepan en una lata de regalo. Se ajustan a lo esperado, pues el mandato no es tanto vivirlo como haberlo vivido, es decir, poder contarlo, enseñar las fotos del gran momento. Como el obligado turismo de turoperador que permite acumular sellos de pasaporte y souvenirs de destinos obligados, los vendedores de emociones suman a tu vida unas experiencias poco menos que inevitables. En realidad ni siquiera necesitamos viajar en globo. Nos bastaría un diploma acreditativo, o que nos inyectasen un recuerdo.

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