Trabajar cansa

Todos somos vecinos del Cabanyal

"Si fuera necesario, procederíamos a modificar la normativa sobre los Bienes de Interés Cultural." -Paula Sánchez de León, consellera valenciana de Justicia-

                   

Poco ha durado la alegría en el barrio valenciano del Cabanyal. Cuando todavía celebraban la paralización del plan municipal para derribar cientos de casas, el gobierno valenciano se ha apresurado a legislar lo que haga falta para que las demoliciones continúen. 

No sé si vieron la cara de medusa furiosa de la alcaldesa, Rita Barberá, cuando conoció la decisión de Cultura de considerar las obras como un expolio del patrimonio histórico y ordenar su suspensión. En privado, la alcaldesa debió de jurar venganza. En público, se mordió la lengua pero anunció que no pensaba envainarse el proyecto. 

Pocas cosas más peligrosas que un gobernante que pierde la partida, pues verá su derrota como una humillación. En este país no hay costumbre ni saben encajar los reveses. Pero sobre todo, lo ocurrido era intolerable no ya por el Cabanyal, sino por lo que podría suponer como ejemplo. ¿Dónde íbamos a llegar si unos vecinos humildes consiguieran parar un plan urbanístico? ¿Y si cunde el ejemplo, y da aliento a otras luchas vecinales, en Valencia o donde sea? Hay que aplastar ese brote cuanto antes, más ahora que el movimiento vecinal parece despertar del letargo de tres décadas. 

Así que ya saben, vecinos del Cabanyal: si creían que podían desmontar la barricada, ya ven que la artillería de los "modernizadores" municipales sigue dispuesta a dejar en solar hasta la última casa que se resista. Los vecinos del resto del país deberíamos unirnos a su lucha, que no sea sólo cosa de un barrio. Porque el movimiento vecinal tiene en la acción local, de barrio, su principal fortaleza pero también su mayor debilidad. Va siendo hora de montar una internacional vecinal, a ver si así podemos.

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