Trabajar cansa

Ya de paso, civilicemos a los haitianos

"El gobierno aplicará una política de línea dura: si algún haitiano es encontrado en alta mar, será llevado a Guantánamo" -Diana Hayne, portavoz del ejército estadounidense- 

                   

Ya que llevamos ayuda a los haitianos y les asistimos en la reconstrucción del país, podíamos aprovechar el viaje para civilizarlos un poco, rescatarlos del estado de salvajismo en que viven. Ya me entienden: enseñarles buenos modales, a hablar sin gruñidos, a comer con el tenedor y hasta a caminar erguidos. ¿O es que nuestra caridad se va a limitar al alimento y cobijo, con lo faltos que están de civilización? 

¿Creen que exagero? Qué va. Me limito a dar por buena la imagen que los grandes medios internacionales han transmitido estos días: los haitianos como un pueblo salvaje, atrasado, embrutecido, proclive a la turba y el linchamiento, que saquea ruinas y vacía los bolsillos de los cadáveres, además de propensos a la violencia por su naturaleza. 

¿Que no se ajusta a la realidad? Sí, yo también he leído testimonios de miembros de los equipos de rescate, ONGs y hasta periodistas que subrayan el carácter tranquilo de los haitianos en momentos tan dramáticos, lo esporádico de los actos violentos (menos que antes del terremoto), su organización espontánea para el rescate y suministro, la dignidad que les hace pedir trabajo antes que limosna, y cómo los vecinos comparten lo poco que tienen con los que han perdido todo. 

Sin embargo, la imagen mediática insiste en el caos, el pillaje, la inseguridad y la violencia, a la vez que nos recuerda que son un pueblo de esclavos emancipados que practican el vudú. Lo que se lee entre líneas es: ¿cómo no van a vivir en la miseria, si apenas han salido de la selva? Así nos convencemos de que necesitan soldados yanquis que los metan en cintura. Y hasta sacerdotes que los evangelicen, si me apuran.

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