Trabajar cansa

Sacrificios, a los sacrificables

"En España el ajuste de la crisis se ha hecho directamente sobre las plantillas, a diferencia de otras economías." -Celestino Corbacho, ministro de Trabajo- 

                

Hay que tener mucho cuidado con los tatuajes, que no se borran. Uno se tatúa el nombre de una novia de juventud, y luego se pasa la vida llevándola en el bíceps aunque no la vuelva a ver. Lo mismo le ha pasado al gobierno: varios de sus miembros se tatuaron hace meses aquella frase tan repetida de "la crisis no la pueden pagar los trabajadores", y ahora se ponen cuello vuelto para tapárselo, que vaya vergüenza. 

Cada vez que oía al presidente o a algún ministro repetir aquel estribillo, yo me preguntaba: y si no la pagan los trabajadores, ¿quién la va a pagar? ¿Los empresarios? (risas) ¿Las grandes fortunas? (más risas) ¿La banca? (risas y aullidos). En un país donde los empleados declaran más ingresos que los empleadores, ¿a quién creían que le iba a tocar pagar la cuenta, si los de siempre hacen un simpa?. 

Tantas veces se ha lamentado el ministro de Trabajo de que las empresas hayan hecho el ajuste sobre el eslabón más débil, los trabajadores, que al final ha debido de pensar que no era mala idea. De modo que, igual que las empresas, también el gobierno ajusta por ahí, apretando las pensiones y el gasto social, y anunciando una inminente reforma laboral. 

Puestos a meter mano, lo fácil es hacérselo a quien menos resistencia puede oponer. Porque mientras los trabajadores vamos por la vida con el culo al aire -con nómina, Seguridad Social, hipoteca e impuestos, todo a la vista-, los que más tienen se cubren bien para poner a salvo sus capitales. Ni se dejan meter mano, ni se ve a nadie con voluntad de intentarlo siquiera. 

Puestos a hacer sacrificios, siempre nos toca a los mismos. No es que nos presentemos voluntarios; es que no tenemos por dónde escapar.

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