Trabajar cansa

El problema no es el celibato

"El celibato debe mantenerse: si un sacerdote tuviera que dividirse entre su familia y la comunidad, acabaría siendo un funcionario." -Severino Poletto, arzobispo de Turín-

                 

¿Se vuelve uno pederasta por ser célibe? ¿O por el contrario elige uno el celibato por ser pederasta? El debate está abierto a cuenta de los escándalos de abusos en la iglesia católica. Y no sólo es un debate de expertos, sexólogos, psiquiatras y tertulianos. Los propios obispos se pronuncian. Y aunque la mayoría insiste en que el celibato es un don divino, ya ha salido quien, como el cardenal Carlo Martini, propone repensarlo.

Yo no lo tengo claro. Por un lado, la obligación de permanecer célibe me parece una prohibición inhumana, que puede ser fuente de desequilibrios y conflictos, aunque no necesariamente deben desembocar en la pederastia. Por otro lado, visto lo visto, sabiendo de lo que han sido capaces algunos religiosos que juraron ser castos -y cuanto más ultras, peor, como el fundador de los Legionarios de Cristo-, casi prefiero que sigan obligados a no probar carne. Porque si dos prohibiciones (la religiosa de no tener sexo, y la legal de no tocar a los niños) no han impedido los abusos, la eliminación de una de ellas (la que en teoría más les obliga, pues es Dios quien juzga) podría acabar en desenfreno para algunos.

Los expertos que estos días opinan en los medios señalan que el celibato no es causa de pederastia, pero que sí es posible que el pederasta elija ser célibe, opte por el sacerdocio. Lo haría por esa querencia de los pedófilos de estar cerca de los niños (que les lleva con frecuencia a ser monitores de campamento), pero sobre todo por la impunidad de que gozan en el seno de la iglesia.

Y ése es el verdadero debate: la protección que la jerarquía católica ha brindado a sus ovejas negras durante años, y que aún dura, visto que el Papa considera "habladurías" las acusaciones. El debate sobre celibato sí, celibato no, me parece una maniobra de distracción, una forma de desviar la atención para que no nos fijemos en el verdadero problema: el atractivo que para un pederasta tiene ingresar en sus filas, pues sabe que si le pillan no le va a salir tan caro como a un monitor de campamento.

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