Trabajar cansa

Las (costosas) ruinas de los sueños

"Se convertirá en un nuevo referente en el espacio urbano de la ciudad, un nuevo hito y símbolo de la Justicia y la Arquitectura del siglo XXI." -Presentación del proyecto de Campus de la Justicia-

 

Hasta hace unos años, en el Este de Madrid quedaba una enorme extensión de campo aún sin urbanizar. Aquello era intolerable, en pleno boom de la construcción. "¿Para qué queremos tanto campo?", pensaron los gobernantes, dotados de esa facultad paranormal –común a alcaldes y presidentes- de ver brillantes edificios donde los demás sólo vemos arbustos.

Así que las autoridades se propusieron acabar con aquella aberración. Metieron las máquinas y urbanizaron todo aquel aburrido campo, que quedó dividido en tantas partes como proyectos idearon: un nuevo barrio de viviendas, un gran parque –para vencer las reticencias vecinales-, la nueva ciudad deportiva del Real Madrid –que completó así el pelotazo de las cuatro torres-, y el plan estrella: el fabuloso Campus de la Justicia.

Si no lo vieron en su momento, dense prisa antes de que destruyan las maquetas y eliminen las recreaciones por ordenador con que nos asombraron en su momento. La idea era construir un distrito donde concentrar todas las dependencias judiciales –idea en principio razonable, pues hoy están dispersas y mal equipadas-. Pero lo fundamental no era su función, sino su forma: no nos iban a castigar con vulgares edificios de oficinas, no. Nos prometieron una concentración de construcciones galácticas, cada una firmada por un arquitecto de prestigio –y no faltaba ni uno de los grandes: Foster, Rogers, Hadid-. La singularidad no es barata, claro: sólo han levantado un edificio, y ya se han fundido 300 millones.

Pero llegó la crisis, y los planes burbujiles se vinieron abajo. El Campus de la Justicia, como el gallardónico Centro Internacional de Convenciones, varias instalaciones del sueño olímpico y parte del plan del río. Todo ello ya iniciado, y hoy paralizado.

No es la única ciudad obligada a frenar proyectos imposibles, pero el caso de Madrid es especialmente grave. Propongo que dejen los solares como están, con la tierra removida, los cimientos echados y las máquinas paradas. Quedarían como recuerdo para futuras generaciones. Ruinas visitables para no olvidar. Y para no repetir.

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