Trabajar cansa

La encerrona del diálogo social

"Después de tantos días, de tantas horas, con una noche entera reunidos, hemos visto que el acuerdo es imposible. Ahora le toca al gobierno." -Gerardo Díaz Ferrán, presidente de la CEOE-

 

Si al final, como parece, no hay acuerdo entre patronal y sindicatos, y el Gobierno acaba decretando la reforma laboral, no será porque no lo hayan intentado. Tal parece el mensaje que nos transmiten con la escenificación de esa última reunión en la noche del miércoles al jueves: más de diez horas sentados a la mesa, hasta el amanecer.

Después de dos años de diálogo, y con las posturas bien fijadas, ¿es posible estar diez horas seguidas hablando? No cuatro, ni cinco: diez horas. A mí me resulta increíble, y por eso sospecho que esa reunión tiene algo de teatral. Su único valor sería ése: convencernos de que lo han intentado hasta el agotamiento (literalmente: diez horas y sin dormir).

También cabe la posibilidad de que en realidad pasasen toda la noche en el ministerio porque no podían salir, encerrados. Y no porque el ministro echase la llave y dijera que de aquí no sale nadie hasta que no haya acuerdo. Pienso en otro tipo de encierro, más simbólico: a la manera de aquella genial película de Buñuel, El ángel exterminador, donde los invitados a una fiesta no pueden salir de la casa pese a que nada lo impide.

De esa forma, el significado de la reunión sería otro: el diálogo social no ya como un encierro, sino como una encerrona en la que uno se mete y no sabe cómo salir. No para los empresarios, claro, que parecen encantados. Sí para los sindicatos, que imagino no sabrían cómo salir de esa reunión: si firman la reforma, malo, pues aceptan todo aquello que han rechazado durante meses. Si no la firman, malo, pues se ven obligados a una huelga general que no quieren, y que podría hacerles mucho daño.

Los fantasmales mercados, que han visto en el miedo ambiental la oportunidad de comérselo todo, pueden acabar hincándole el diente no sólo a los derechos sociales: tienen a tiro a los sindicatos, cuya cabeza adornaría bien el salón de trofeos. El diálogo social parece un cepo donde han metido el pie, y del que sólo saldrán sin una pierna, si es que escapan vivos. Menos mal que, si nos quedamos sin sindicatos, está el PP que ha prometido defendernos.

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