"La amenaza terrorista es real, estamos en nivel rojo de alerta, y hemos reforzado la vigilancia. No obstante, quiero tranquilizar a los franceses." -Brice Hortefeux, Ministro del Interior de Francia-
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Nicolas Sarkozy es un gran vendedor, cuyas dotes comerciales brillaron en su ascenso a la presidencia. Su problema es que es vendedor de una sola mercancía, de forma que, si los potenciales compradores buscan otra cosa, los persigue y no los suelta hasta convencerlos de que necesitan su producto y nada más que su producto.
Su principal mercancía, ya saben, es la seguridad. En la cartera lleva otras cosas (el desmantelamiento del Estado social, el entierro de mayo del 68, o su populismo de prensa rosa), pero ya ha comprobado que por ahí no consigue grandes ventas, y vuelve una y otra vez al artículo estrella de su catálogo: la política de seguridad, la mano dura.
Ya durante su paso por Interior, con maneras de sheriff, encendió la banlieue con su política de guerra a la "escoria". Y desde que llegó a la presidencia lleva una y otra vez el debate a su terreno, lanzando campañas contra inmigrantes, gitanos, jóvenes de la periferia o delincuentes a los que quitar la nacionalidad. Y el terrorismo, claro.
Hace un par de semanas una encuesta revelaba que un 52% de franceses estaba preocupado por la amenaza del terrorismo, frente a un 48% que la veía "débil". ¿Cómo que sólo la mitad teme al terrorismo?, protestaría Sarkozy, ¿cómo voy a prometerles seguridad, si no tienen miedo?
Así, los franceses llevan dos semanas de susto en susto, con falsas alarmas en el metro y la torre Eiffel, declaraciones aterradoras de los responsables de seguridad ("el peligro nunca ha sido tan grande", "la amenaza se va concretando", "no sabemos cuándo ni dónde, pero sabemos que va a suceder"), presencia militar en las calles, y la subida ayer del nivel de alerta.
A dos días de una nueva jornada de huelgas y manifestaciones, los ciudadanos reciben el mensaje de extremar la precaución y evitar aglomeraciones. Las informaciones hablan de posibles "células durmientes" a punto de despertar. Pero más bien parece que son los franceses quienes han despertado, y hay que convencerles para que sigan durmiendo, se queden en casa, y sólo abran la puerta al vendedor habitual de seguridad.
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