Trabajar cansa

Cuidado con el exceso de ciberentusiasmo

"La llamada democracia 2.0 ha madurado de una forma decisiva. Ya no es un bonito concepto sino una contundente realidad." -Comunicado de la Asociación de Internautas sobre la ‘Ley Sinde’-

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El año que acaba ha sido rico en noticias protagonizadas por Internet. Según algunos, la comunidad de internautas se ha revelado como un poder decisivo que ya no puede ser ignorado por los poderes tradicionales, tanto el político como el económico o el periodístico.

Recordemos que ha sido el año en que Wikileaks desnudó a la diplomacia estadounidense, los activistas de Anonymous lanzaron la ciberguerrilla, los internautas españoles fueron reconocidos como interlocutor político (convocados a una reunión por la ministra de Cultura) y frenaron la ley contra las descargas. Añadamos que Facebook alcanzó los 500 millones de usuarios mientras su fundador se convertía en hombre del año para Time y protagonizaba la película del año.

Así contado no hay duda: la web 2.0 ha dejado de ser cosa de friquis. Ahora bien, de ahí a convertirse en un poder va mucho. De hecho, en todos los casos citados acaba imponiéndose la realidad dura, la de este lado de la pantalla.

Así, Wikileaks se topó con la prensa tradicional y sus filtros, pero también con la persecución a Assange, nada virtual. En cuanto a las acciones tipo Anonymous, son muy llamativas pero aún hay mucha diferencia entre tumbar la web de un gobierno y tumbar a ese gobierno, y lo mismo vale para empresas, bancos o la SGAE. Por su parte, el éxito de quienes se dicen representantes de la comunidad internauta es más bien modesto. Aparte de que la ‘Ley Sinde’ puede acabar saliendo por otra vía, ya hablaremos cuando logren parar una reforma laboral o de pensiones. Y está demostrado que no es lo mismo recoger firmas mediante un clic que salir a la calle en manifestación.

No menosprecio el poder de Internet. Pero tampoco lo sobrevaloro. Por un lado, veo que la ‘democracia digital’ avanza al mismo ritmo que retrocede la democracia analógica. Por otro, no quiero hacer el juego a quienes más afirman ese poder: aquellos que pretenden someterlo, y que alertan contra los peligros del ciberactivismo, emparejándolo con el ciberdelito y las amenazas a la privacidad para justificar medidas de control. Cuidado con el entusiasmo.

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