Trabajar cansa

A ver si nos moderamos esos sueldazos

"España necesita un clima de moderación salarial, y está siendo propiciado por los acuerdos de empresarios y sindicatos." -Valeriano Gómez, ministro de Trabajo-

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Aunque a estas alturas ya me espero cualquier cosa, dudo que nadie se atreva a decir en público que los sueldos de los trabajadores españoles son demasiado altos. En el país del mileurismo y submileurismo, de los falsos autónomos y la precariedad, del "esto es lo que hay, y ya habrá otro que lo coja", ni el gobernador del Banco de España se atreverá a decir ante un micrófono que los trabajadores en España están demasiado bien pagados.

Y sin embargo, es lo que nos están diciendo estos días, pero con otras palabras, con eufemismos, dándole la vuelta para que no se note: ‘moderación salarial’ es la expresión de moda, y desde las alturas de gobernantes, instituciones y expertos irá descendiendo hasta el suelo de las empresas, donde acabará en boca de tu jefe, si es que no te lo ha dicho ya.

Si hace falta moderación salarial será que los salarios no tienen moderación, que son excesivos. Pero esta afirmación no hay donde apoyarla, pues aparte de tener sueldos muy por debajo de nuestro entorno europeo, los trabajadores perdemos poder adquisitivo año tras año por los desajustes entre la inflación y los aumentos salariales.

El año pasado, por ejemplo, los precios subieron casi el doble de la inflación prevista –con la que se actualizan los sueldos de una parte de los trabajadores, no todos-; y sólo un 45% cuenta con cláusula de revisión salarial. Un mecanismo del que además las empresas pueden descolgarse más fácilmente tras la última reforma.

El objetivo es que ganemos menos, trabajadores más baratos, pero como suena feo decirlo así, lo disfrazan con eufemismos y tecnicismos: moderación, productividad, competitividad. Una estrategia que parece suicida, en una economía que depende tanto de la demanda interna.

Por ahora le han aplicado la moderación a los parados sin prestación: los 426 euros se recortan a 400, y se reduce drásticamente el número de beneficiarios. A mi puerta han llamado ya varios en los últimos meses, avergonzados por pedir limosna, explicando que están en paro o que su empresa les debe salarios desde hace meses. Eso les pasa por su mala cabeza, por no moderarse.

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