Trabajar cansa

¿De quién es la Puerta del Sol?

"¿Es admisible en una sociedad democrática que determinados grupos ocupen sistemáticamente el espacio público y lo hagan suyo?" -Artur Mas, presidente de la Generalitat-

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Vista desde fuera, la acampada de Sol puede recordar a aquella genial película de Buñuel, El ángel exterminador. Como esos burgueses que no logran salir de una fiesta, una parte de los acampados quiere levantar las tiendas pero no lo consigue, y la decisión de marcharse, o al menos reestructurar el campamento, se demora día tras día, asamblea tras asamblea, mientras los problemas de convivencia aumentan y se corre el riesgo de que la acampada absorba todo el tiempo y energía.

Pero la dificultad de dejar Sol no es buñuelesca, sino muy comprensible. Aparte de la voluntad de consensuar una decisión de tanto peso, muchos temen que lo logrado se diluya al perder su referente más emblemático, e intentan ganar tiempo para que se consoliden las asambleas de barrio y otros espacios.

Entiendo esa prevención, pero creo que no hay tanto que temer. Incluso aunque la mayoría se retire una temporada a los cuarteles de invierno, las plazas de las ciudades, Sol entre ellas, han quedado marcadas para siempre. Sabemos que podremos regresar en cualquier momento, pues la reapropiación del espacio público es irreversible. Es una de las mayores lecciones del 15-M: hemos descubierto que la calle es nuestra, que la plaza puede ser un espacio de encuentro, y de resistencia.

La toma de las plazas abre un debate, que no sé si estaba entre las intenciones iniciales: el uso del espacio público. Es muy significativo que en Barcelona se intentase desalojar para entregar la plaza a una celebración deportiva, o que en Sol se invoque su uso comercial. Así, los acampados nos obligan a preguntarnos de quién es la calle, y para qué.

Hasta el 15-M, el espacio público estaba rígidamente administrado, en parte privatizado y convertido en teatro para el comercio y el turismo. Sólo lo ocupábamos cuando nos dejaban (fiestas, deporte, manifestaciones autorizadas) o cuando nos lo mandaban (las noches blancas). El 15-M nos lo devuelve, con todo su potencial. Y ese es el reto: convertir la plaza en un lugar público, permanente, sin necesidad de acampar para no perderlo.

 

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