Trabajar cansa

Una idea de negocio para Somalia

"La crisis en el Cuerno de África es nuestro Haití del 2011; nunca pensé que iba a ver imágenes tan duras de nuevo." -Soraya Rodríguez, secretaria de Estado de Cooperación Internacional-

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Se me ocurre una interesante fuente de ingresos con la que países como Somalia o Haití podrían salir de su permanente calamidad, o al menos aliviarla; una actividad económica con buenas perspectivas de futuro: bastaría que cobrasen, con un modelo recaudatorio tipo SGAE, un pequeño porcentaje a cada uno de los que estos días prestamos atención a su tragedia.

Fíjense la cantidad de columnistas que esta semana salvamos el artículo del día con una denuncia fácil que se escribe en un par de minutos y que es bien valorada por los lectores; los minutos de televisión que sin mucho coste se rellenan –con material de archivo en muchos casos, de hambrunas pasadas-; las muestras de indignación y solidaridad de artistas que a poco que tengan un rato grabarán un disco o se juntarán para un concierto benéfico; los fotógrafos que se encuentran con la oportunidad de sacar unas instantáneas que siempre puntúan alto en los premios gordos, los bancos que ofrecen una cuenta solidaria, las empresas que hacen una donación y la publicitan...

La mayoría no dijimos una palabra sobre Somalia antes de la actual hambruna, como tampoco de Haití antes del terremoto, y no tardaremos en olvidarnos a poco que haya otro rincón desgraciado del planeta que nos reclame. Por supuesto habría que incluir, a la cabeza de los pagadores de esta tasa que propongo, a los gobernantes que enérgicamente se movilizan para la enésima cumbre urgente, conferencia de donantes o plan de acción, cuya efectividad ya conocemos de pasadas ocasiones.

Países como Somalia cumplen una función en la conciencia mundial, y no veo por qué no podrían convertirlo en su primera industria. Ya que no les pagamos nada por verter en sus costas toneladas de residuos tóxicos durante años, ni por esquilmar sus recursos pesqueros, bien podrían encontrar en nuestra efímera y superficial sensibilidad una manera de ganarse la vida más honrada que la piratería o el tráfico de armas. Eso sí, que ganen pero sin pasarse, lo justo para mantenerse, que si no se les acabaría el invento en cuanto levantasen cabeza.

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