La buena noticia es que los sindicatos mayoritarios y el 15-M salieron juntos a la calle. La mala noticia es que no se arrimaron mucho, y cuando lo hicieron fue para discutir. Y todavía hay una noticia aún peor: acudió muy poca gente a las manifestaciones, tanto en comparación con otras convocatorias, como en relación a la magnitud del motivo de protesta.
La prensa de derecha y las tertulias televisivas y radiofónicas se relamieron a gusto con las imágenes de la confrontación, repitieron una y otra vez las pancartas y gritos contra los sindicatos. Algunos, después de intentar arrastrar por el barro al 15-M, lo han rehabilitado momentáneamente para usarlo en su juego favorito: leña al sindicalista.
El resultado fue más bien amargo. A algunos se les habrán quitado las ganas de acudir a la próxima cita, sobre todo en el lado sindical, pues no es plato de gusto que te llamen vendido mientras protestas. Otros se debieron pasar la manifestación cambiando una y otra vez de acera, pues tienen doble militancia, pertenecen por igual a su sindicato y a su asamblea de barrio, pelean en su empresa a la vez que paran desahucios o toman las calles, y supongo que tampoco les gustó lo sucedido.
Soy el primero que desde esta columna ha criticado una y otra vez a unos sindicatos que, en efecto, tienen su parte de culpa en la desmovilización de los trabajadores, por su estrategia continuada de pactos, la falta de continuidad tras la huelga general, y el incomprensible acuerdo de reforma de las pensiones.
Dicho lo cual, también pienso que a fecha de hoy, y por mucho tiempo, el 15-M no tiene capacidad de sustituir a los sindicatos en lo que tiene que ver con la defensa de los derechos laborales; y sin ellos, sin contar con su implantación en las empresas y su experiencia, el 15-M no puede plantearse en serio convocar esa huelga con la que lleva meses amenazando.
En resumen: que es el momento de sumar fuerzas, no de dividir y enfrentar más. Y que cada uno debe pensar cuál es su prioridad hoy, cuál considera el problema más grave y urgente: la actitud de los sindicatos –en los que además, sobra decirlo, hay mucha gente valiosa y luchadora-, o el ataque que los trabajadores estamos sufriendo. Yo, sin dejar de ser crítico, lo tengo claro, sobre todo después de ver cómo en las manifestaciones del martes éramos pocos, y muy mal avenidos.
Comentarios
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