Trabajar cansa

No soy yo, es Europa

 

Rajoy tenía ensayada una muletilla para acompañar su tarea de gobierno, un estribillo con que endulzar las medidas más impopulares: "Yo no quería, pero la herencia de Zapatero me obliga a hacerlo". Pero al llegar se ha encontrado otra que completa la anterior, o le permite alternarlas: "Yo no quería, pero Europa me obliga."

La cara tan seria que se le puso la noche del triunfo electoral hace pensar que nada más cerrarse las urnas le llamaron de Bruselas. Desde ese día, Rajoy insiste en que hará lo que hay que hacer, que España es un país fiable (entiéndase: obediente), y que seremos un ejemplo. Así, mientras antes hablaba con la boca pequeña de reforma laboral, ahora ya anuncia una "profunda" reforma laboral.

En las recientes reuniones con sindicatos y empresarios les habló de la famosa carta del BCE, esa de la que todo el mundo habla pero que nadie ha leído. Bueno, casi nadie: los remitentes (Trichet y Fernández Ordóñez), el destinatario (Zapatero) y el heredero de la misiva, Rajoy. La existencia de una carta donde el BCE nos dicta la política es grave; que permanezca en secreto es además un escándalo.

La misteriosa carta, que por lo visto obliga al que la lee a guardar silencio sobre ella, contiene el verdadero programa de Rajoy, ése que no desveló en campaña. Al final no era una agenda oculta, sino una carta. Y vamos conociéndola con cuentagotas: cambio constitucional, reforma laboral, bajada de salarios, minijobs, y más que iremos descubriendo... No sabemos cuántas páginas tiene, si dará para unos años o para varias legislaturas.

En los buenos tiempos, de Europa venían los fondos estructurales, pero también las coartadas para cambios legislativos impopulares: "Yo no quería hacerlo, pero es que tengo que trasponer una directiva europea", nos decía el ministro de turno para sacudirse las protestas. Ahora, en los malos tiempos, ya no son coartadas: son órdenes. Y como no sabemos quién manda allí arriba, a quién hacerle una huelga o una manifestación, sólo nos queda denunciar la sumisión de nuestro gobierno, y no aceptar su muletilla exculpatoria.

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