Traducción inversa

Jueces y otros amigos

Me pregunto qué ocurre con los jueces en el País Valenciano. Viven en una tierra de clima benigno, donde hay magníficos restaurantes y un vecindario generalmente poco excitable (aunque un poco ruidoso). En Catalunya se les quiere obligar a conocer el catalán, pero aquí ni siquiera necesitan saber cuándo se echa el arroz en la paella. Podrían desarrollar su oficio con honestidad y dignidad, y supongo que algunos lo hacen. Otros, sin embargo, experimentan ante el poder la misma reacción que esos organismos invadidos por parásitos. Están encantados con ese inquilino –su pequeño alien interior- o es la impresión que producen.

  Esos jueces de Nules, por ejemplo, que han ido apareciendo y desapareciendo por su sede sin atreverse a morder en lo más mínimo el grueso del caso Fabra, mientras el interfecto (el presidente de la Diputación de Castellón) disfruta de sus fiestas con Moët Chandon, de sus declaraciones de la renta negativas y de sus labores de impunidad. O ese presidente del Tribunal de Justicia de Valencia –Juan Luis de la Rúa- que exculpa de un plumazo de las presunciones de soborno a Francisco Camps y, por si el diccionario no contiene suficientes sinónimos del término "amistad", se permite el lujo de rechazar además los explícitos y ya famosos informes sobre la trama conexa de financiación irregular del PP local.

  Esos jueces que temen al poder, o que lo reverencian, o que se regodean en una obscena camaradería con él, ¿no están pervirtiendo de manera esencial sus funciones primordiales? Yo también quisiera amigos así, pero sólo soy un tipo que escribe. El mundo está definitivamente mal hecho.

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