Traducción inversa

El último libro

¿Quieren ustedes hacer un regalo inolvidable para estas fiestas? Se lo propongo: regálense un libro. Pero no sirve cualquiera. Me refiero a uno muy concreto, y disculpen ustedes que un escritor venga aquí a recomendar literatura: ya se sabe que el criminal siempre vuelve al lugar del crimen. El libro del que quiero hablar es un dietario y también sé que la mayoría de los lectores no acostumbra a leer dietarios.  La mayor parte de los lectores prefiere las novelas, porque la ficción entretiene, endulza y le quita asperezas a la vida. El dietario, en cambio, con su carga insoslayable de realidad pura, exige un receptor abierto a la carne palpitante de aquello que en la propia vida hay de amargo y profundo, y también de misterioso.

  El libro en cuestión se llama Diarios 1984-1989, y es el último que escribió Sándor Márai. Precisamente la recuperación de Márai en estos años ha sido un reconfortante fenómeno cultural. Sus  volúmenes se han reimprimido y han vuelto a triunfar como hace medio siglo. Los encargados de este pequeño milagro entre nosotros han sido la editorial Salamandra en castellano y Empúries en catalán. Novelas imprescindibles como La mujer justa o textos autobiográficos de primer orden (Confesiones de un burgués, ¡Tierra, tierra!) han vuelto a la circulación y con ellos ha regresado un escritor de una cultura pequeña –la húngara- que supo condensar los mejores valores de la Europa de entreguerras.

  El último libro de Márai recoge sus anotaciones en los años previos a la muerte. De nada vale entonces todo lo aprendido, y sin embargo es esto lo que permite al gran escritor un punto de ambigua serenidad final: "Quietud si pienso en la muerte. Inquietud si pienso en el morir". Al final de su vida, prácticamente ciego y teniendo que asistir a la larga y dolorosa agonía de su esposa Lola, Márai no pierde ni un ápice de su enorme curiosidad intelectual. Él, víctima del comunismo, ha caído en las garras de lo peor del capitalismo: el deshumanizado sistema sanitario (privado) norteamericano. Ninguna esperanza, pues, sobre todo si tampoco se cree en los "cuentos de hadas" de la religión.

  Pero la sensación de final no se refiere sólo a su propia vida. Es el tiempo de los grandes escritores el que se acaba, el tiempo de la literatura como una aristocracia del espíritu. Y ésa es la meditación que propicia este magnífico libro. ¿Sabremos estar a su altura?

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