Traducción inversa

La encuesta

  En un lapso de quince días he recibido en casa la visita de dos encuestadores. Tanto furor inquiridor me ha dejado un poco perplejo, pero he respondido disciplinadamente a las preguntas. Una de las encuestas era para la Generalitat Valenciana, supongo que ávida de conocer la resaca de Gürtel. En un momento dado, el encargado del tema me lanzó un triple interrogante que intenté solucionar de la manera más honesta que pude. Quería saber si me sentía orgulloso de ser a) Valenciano, b) Español y c) Europeo. Medité un instante y luego, agarrándome como a una rama precaria al borde de un abismo, le hice observar que la palabra "orgullo" casaba mal con mi visión personal de las identidades. Si se trata de "estar orgulloso", aduje, ni lo estoy de ser valenciano ni tampoco de ser español (y mucho menos en estos tiempos). Simplemente he nacido en el País Valenciano, como podría haber ido a parar a cualquier otra parte del mundo, y es obvio que soy ciudadano español. Por tanto, la respuesta a los dos primeros ítems tenía que ser negativa.

  El encuestador, aplicadamente, deslizó el bolígrafo por su informe, perfectamente ataviado con una pulcra profesionalidad. Con demasiada rapidez, sin embargo, se disponía a marcar también negativamente mi "orgullo" de ser europeo, pero entonces lo detuve. No, amigo: ser europeo es otra cosa. Nacer fuera de nuestro auténtico país sí que tiene graves implicaciones, puesto que sólo en Europa tienen sentido los valores ilustrados. Ser europeo es una marca distintiva en el mundo: la de pertenecer a un oasis de cultura y tolerancia. Así se lo solté y así lo apuntó. Y amén.

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