Traducción inversa

A Dios rogando

Ese asunto de Javier Rodrigo de Santos ha pasado un tanto desapercibido. En plena marea alta de corruptos y corruptores, encontrar a un concejal, ex número 2 del PP en el ayuntamiento de Palma, condenado por robar y abusar sexualmente de menores, parece peccata minuta. Quiero decir que casos como el de Fèlix Millet, Bartomeu Muñoz, el clásico Francisco Correa o cualquier otro personaje de actualidad diríase que contienen una mayor entidad, aunque sólo sea por el volumen de sus presuntos atracos a mano armada. En Rodrigo de Santos, sin embargo, se da una circunstancia peculiar: el buen hombre, director de la campaña electoral de Jaume Matas (otro que tal), es un católico de piedra picada y colaborador habitual de Camino Neocatecumenal. De hecho, los menores de los que abusó –según sentencia- estaban vinculados a sus actividades en esta pía asociación. Solía gastar la visa municipal, además, en clubes de prostitución masculina. Todo un catálogo inequívocamente edificante, como se ve.

  Un  caso feo, un caso eterno de doble vida, de hipocresía puesta al servicio de pasiones subterráneas. Choca el carácter ultrapapista del prenda en cuestión, aunque no mucho más que el de los sacerdotes pederastas, por ejemplo. La religión obra en estos desgraciados cortocircuitos colosales. ¿La religión es culpable? La beata que reza, pacífica e ingenua, para que su nieto apruebe el examen de selectividad no tiene culpa en todo esto. ¿Qué pasa por la cabeza de un tipo como De Santos? ¿Para qué demonios se unge en la frente la señal de la cruz? ¿Qué pinta "Dios" en medio de todas esas porquerías?

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