Traducción inversa

El latrocinio perfecto

Me gustaría que, al publicarse este artículo, Aminatou Haidar hubiera logrado su objetivo y se encontrara ya volando hacia El Aaiún. Supongo, sin embargo, que lo más probable es que los gobiernos implicados todavía no sepan qué hacer con esta mujer débil de cuerpo pero moralmente indestructible. Su caso singular ha tenido la virtud de recordarnos a todos que el Sáhara existe y que es un país ocupado a la espera de que la comunidad internacional obligue a sus agresores a propiciar una solución.

Un asunto feo. Para empezar, Marruecos se ha comportado en este tema como el autor del latrocinio perfecto. Invadió en su día el Sáhara con una muchedumbre que ocultaba, tras sus coranes y sus pacíficas banderas verdes, afiladas cimitarras; luego se instaló allí y ahora asegura que ese territorio siempre fue suyo. El matiz otorgado a ese adverbio –"siempre"- es la clave de este arbitrario comportamiento. Ellos robaron el Sáhara y ahora se sienten profundamente heridos en su orgullo nacional porque los demócratas del mundo les exijamos su devolución. El matiz otorgado a ese adjetivo –"nacional"- también tiene mucho que ver en esta envenenada historia.

Francisco Franco ya era una piltrafa moral e ideológica cuando su deterioro físico se volvió irreversible. En ese momento (1975) España se desentendió de su antigua colonia y desde entonces la débil voz de los saharauis ha habitado un rincón desamparado de su conciencia. Aminatou Haidar ha venido a personificar y a amplificar esa voz. Ella sí que sabe lo que significa "siempre" y lo que significa "nacional". ¿Triunfará su causa justa?

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