Traducción inversa

El azar y la lógica de Munilla

Leí el otro día que una mujer fue arrollada en una calle de Valencia por el conductor

ebrio de una motocicleta. La fallecida,  identificada como C.F., tenía 75 años. Por desgracia, morir bajo los efectos del alcohol en la sangre de un conductor no tiene nada de particular, pero en este caso hay una peculiaridad singularísima. Da la casualidad, según la misma crónica, de que casi en el mismo punto en que entregaba su alma C.F. murió su propio padre veinte años atrás, también atropellado por un vehículo.

 C.F. era testigo de Jehová y ese día se encontraba visitando a varias familias de la zona predicando el Evangelio. El azar le proporcionó la misma muerte que a su progenitor, y en el mismo lugar. Es un terrible hecho luctuoso, pero me pregunto si, aplicando la lógica del nuevo obispo de San Sebastián, monseñor Munilla, lo peor del caso no sea la muerte en sí, sino que la víctima perteneciera a una religión "equivocada", con las escalofriantes consecuencias que eso tendría para su espíritu. Los grados de la desgracia, según Munilla, son incomprensibles para los mortales de a pie, groseramente materialistas. Morir en Haití por los efectos del terremoto, así, es sólo un pequeño trámite de nuestro cuerpo mortal. En cambio la devastación anímica de la falta de fe, o las consecuencias de rezar al dios equivocado, pueden ser mucho más letales.

 C.F. murió, por azar, en el mismo sitio que su padre, y por la misma causa.  Algunos al azar lo llaman "Dios" y sacan de él todo tipo de drásticas lecciones. Hay que permanecer a cierta distancia de esos tipos: su inhumanidad se contagia como la lepra.

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