Traducción inversa

Israel no aprendió la lección

El anuncio, este mes, de la construcción de 1.600 viviendas nuevas para colonos judíos en Jerusalén Este ha vuelto a incendiar una región que parece condenada a no poder vivir en paz. La cerrazón israelí ante los derechos de los palestinos no deja de sorprender desde la vieja Europa. A los que nos formamos intelectualmente leyendo a los clásicos contemporáneos de la Shoah nos duele comprobar que Israel no parece haber aprendido nada de su propio sufrimiento y por eso parece insensible al sufrimiento ajeno.

  Todos los autores judíos que relataron en el límite de su propia cordura las penalidades  devastadoras y criminales padecidas bajo el dominio nazi parecen ahora desautorizados por una política de estado que sólo infirió del Holocausto la lección del viejo Oeste: hay que disparar primero. De pronto, veo a Primo Levi en Monovitz –el campo auxiliar de Auschwitz- preguntándose ante un espejo deformado qué es ser un hombre, o a Jean Améry en los calabozos de la Gestapo, de camino a Buchenwald, atesorando la convulsión moral consternada que verbalizaría en Más allá de la culpa y la expiación. ¿Qué pensarían ahora de la brutalidad contra los palestinos? Quizá sólo Paul Steinberg, con su cinismo acorazado y frío de superviviente nato, esté a la altura de los actuales regentes del país hebreo. Con estos y otros testimonios aprendimos a ver en el judaísmo una condición finalmente inextricable de lo civilizado y ahora nos gustaría no tener que cambiar de opinión.

  Como siempre, desde Sartre, hay que encontrar la manera de ser propalestino sin caer en el antisemitismo.  Nadie dijo que fuera fácil.

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