Traducción inversa

Reflexiones sobre la violencia

  El episodio de la semana pasada en el Cabanyal no deja precisamente un buen sabor de boca. Que la bárbara Barberá quiera demoler el barrio a toda costa, sin esperar decisiones judiciales, es muy normal. Se trata de su estilo, en definitiva. Pero que la delegación del Gobierno –con un ex comunista al mando- envíe a la Policía Nacional a apalear a los vecinos que se enfrentan a las excavadoras, ¿eso cómo se come? La  fuerza bruta injustificada siempre es condenable, pero lo que ocurre es que en Valencia, desde la Transición, hay un historial de violencia impune al que no es ajeno la actuación policial. Personalmente, recuerdo algunos episodios, en los años 80, en que pude comprobar cómo  las supuestas fuerzas del orden miraban hacia otra parte o se hacían los remolones mientras las turbas de los llamados blaveros (la extrema derecha anticatalanista), hartos de agredir a las autoridades democráticas, campaban por sus fueros.

  No hay que olvidar que en Valencia perdieron la batalla de la Transición las organizaciones ligadas al antifranquismo, mientras que los nostálgicos del régimen, con su disfraz regionalista, impusieron sus tesis. Aún ahora los más virulentos herederos de estos últimos actúan con una casi total impunidad. En ese contexto, escenas como la del otro día, con antidisturbios golpeando a vecinos pacíficos que defendían una causa justa, huelen demasiado mal. Llueve sobre mojado. Habrá que preguntarle al señor Peralta, delegado del Gobierno en el País Valenciano, de qué lado está. Y no basta con decir que del lado de la ley. Hay que estar, además, a la altura de sus circunstancias.

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