Traducción inversa

Nacionalismo y viajes

El nacionalismo, según un aserto feliz cuya autoría ignoro, se cura viajando. La proposición es interesante. En un mundo globalizado, sin embargo, poca gente con una vida profesional medianamente desahogada no se permite el pequeño lujo de alguna escapada por el mundo de vez en cuando. El que no "viaja", vamos, es porque no quiere. Tomemos el caso de José María Aznar. Tengo dicho y redicho que este peculiar hombrecillo es el autor de una de las frases más inequívocamente "nacionalistas" que se hayan proferido en España durante la etapa democrática. Se refería el entonces presidente al atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid y afirmó, con la voz engolada que requieren las frases históricas, esta solemne tontería: "Los han matado sólo porque eran españoles".

  Dios bendito. Sí que tenían que ser malvados esos terroristas, esas sucias hienas del Norte (porque el dardo verbal buscaba ensartar a ETA, obviamente) cuya furia sólo se aplacaba matando... ¡españoles!

  Después de aquello Aznar se dedicó a viajar, gracias a sus sueldos, a los royalties proporcionados por los negros que le escribieron sus libros y a los favores devueltos en forma de nómina por grandes empresarios anglosajones. No hay noticia de que en todas sus vueltas alrededor del mundo nuestro hombrecillo valiente haya encontrado remedio a su nacionalismo irredento. Habla mal de España, eso es cierto, pero sólo cuando se refiere a los "malos españoles": los socialistas, los catalanistas, y otros linajes de mala vida. Se sabe miembro de una tribu inexpugnable: los de una nación con banco y ejército propio. Y así no hay cura posible.

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