Traducción inversa

Noticias del viejo muro

  Se refiere periódicamente la prensa al viejo lenguaje de los muros. Veo que Público, por cierto, utiliza la forma "grafiti" (con una sola efe), de lo cual me congratulo. Yo mismo propuse hace muchos años esa misma solución para el catalán, aunque con poco éxito. ¿Y que se dice de las pintadas, tan actuales siempre? Pues el doble discurso habitual: por un lado, la fascinación por la escritura en libertad; por el otro, la prevención puntillosa ante la crudeza del vandalismo.

  Una pequeña anécdota servirá para ilustrar el dilema. Sucedió en Madrid, a mediados de la década de los 90. Se presentaba en el Palace La conversación mural, el libro donde traté de explicar las razones de la vigencia constante del grafiti, más allá de modas ocasionales. El discurso de honor estaba a cargo de Josep Borrell, a la sazón ministro de Obras Públicas. Eran los últimos años del felipismo. En la comida, los rumores y las anécdotas agónicas tapizaban el final de una época: una espesa niebla conspirativa sumergía a los comensales en la ironía y la indeterminación. La presencia y el discurso de Borrell fueron aportados por la prestigiosa fundación que editaba el libro. Su entusiasmo, sin embargo –o el del autor de su discurso-, ofrecía una nota de color que muchos hubieran preferido ver dedicada a mejor causa.

  Cuando acabó el acto, se me acercó, sonriendo, José María Álvarez del Manzano. El entonces alcalde de Madrid era otro de los lujosos invitados al acto. El munícipe me dio unas palmaditas en la espalda y, con una mueca pícara, me dijo casi al oído: "Oye, Garí, esto de Borrell está muy bien pero ¿tú sabes el dineral que nos gastamos todos los años en limpiar esas dichosas pintadas?".

  El dilema, en efecto. Todo texto perpetrado fuera del espacio sacrosanto de escritura/pintura está condenado al anatema. Aunque nos seduzca. Aunque nos interpele en lo más íntimo. Algunas autoridades parecen haber encontrado la solución ofreciendo un "catálogo de muros disponibles" para los grafiteros irredentos. Es el caso del ayuntamiento de Rivas-Vaciamadrid, según leí en un reportaje de Javier Salas para este periódico (20-1-2009).

  Pero hay algo que la autoridad competente (militar, por supuesto), no entenderá nunca: al grafiti no se le puede acotar un marco de escritura. El grafiti es lo que está siempre e irrevocablemente fuera de ese marco. Ya sé que nos jode, pero es lo que hay. Se llama, aproximadamente, libertad.

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